viernes, 17 de junio de 2011

FINALES


No me gustan los finales, los odio.
¿Por qué todo lo que es empezado debe ser acabado?
¿Por qué si hay un principio debe haber un final?
Nacer es el principio, pero ¿por qué debemos morir?
¿Acaso no existe la eternidad?
¿Por qué una montaña tiene derecho a ser eterna y nosotros no?
No me gustan los finales; de hecho, nunca dejo acabar una canción. Prefiero dejarla a medias para saber que todavía no se ha terminado.
¿Por qué se apaga una vela? ¿Por qué se consume su cera?
¿Por qué no nos ilumina, en vez de abandonarnos en la oscuridad?
¿Por qué se acaba un libro? ¿Por qué no podemos seguir leyendo?
No me gustan los finales, por eso me entristezco al acabar un libro, porque acaba ahí porque sabes que al girar la página sólo verás una hoja en blanco, porque sabes que no volverás a saber nada del personaje al que admiras, al que odias o del que estás profundamente enamorado.
No me gustan los finales, pero forman parte de la vida, porque si no fuera así todo sería eterno y nada acabaría nunca.
No me gustan los finales, pero tiene que haber de todo.

By María

martes, 14 de junio de 2011

CAPITULO 2



 Oí que Matt abría la puerta y salía al pasillo y cuando cerró escuché las voces de las tres chicas mientras bajaban las escaleras.
Me levanté y me vestí.

 Salí de mi habitación a toda prisa para que me diera tiempo a seguirles. Al bajar las escaleras y cruzar el hall sin ser descubierto los vi corriendo hacia la puerta trasera que daba al bosque.

 Salieron fuera y yo me escondí detrás de varios árboles hasta que llegaron al claro donde se celebraba la fiesta.
 Todo el mundo bailaba en torno al lago y mucha gente se giró al ver entrar a Matt con las chicas.
 Cris cogió a Luna de la mano y empezaron a bailar. Paula y Matt se fueron hacia un grupo de gente que había unos metros más allá.

 Estuve observando durante un largo rato. Entonces, Luna se apartó un poco y se adentró sola en el bosque. La seguí hasta que se paró en seco y se dio la vuelta.
Mierda, me había descubierto.
  -Así que… ¿me espías? ­­- dijo sonriendo.
  -No, en realidad yo no… - ¿y ahora qué excusa ponía? - verás, solo quería que no te ocurriera nada, no trataba de espiarte.
  -Baila conmigo - soltó de repente.
  -¿Qué? - pregunté incrédulo.

 Desde ahí se oía la música de la fiesta y la luz de la luna era suficiente para ver bien. Luna llevaba un vestido azul de tirantes con dos flores amarillas.

  -Que bailes conmigo - repitió riendo.
  -Vale, pero yo no sé… - no me dio tiempo a terminar la frase, porque ella cogió mi mano y posó la mano que le quedaba libre sobre mi hombro.
 Rodeé su cintura con mi mano y comenzamos a bailar dando vueltas.

 Hubo un momento en el que me tropecé con mis propios pies y los dos caímos al suelo.
 Luna cayó sobre mí y los dos empezamos a reír, rodamos abrazados por el suelo de forma que yo volví a quedar debajo de ella. Levantó la vista y me miró, de forma que pude contemplar sus enormes ojos azules.

  -Ejem, ejem - se escuchó una voz desde detrás de un árbol que me sacó de mi empanamiento.

 Nos pusimos de pie de un salto y nos sonrojamos al ver a Cris con los brazos cruzados apoyada en un tronco.

  -Bien, ¿alguien me explica lo que estaba pasando? - preguntó con curiosidad y celos en la voz - ¿y por qué estás tu aquí Nathan?
  - He venido ha comprobar que Luna estaba bien y me ha visto. Y lo que estaba pasando era que hemos empezado a bailar y como soy tan patoso nos hemos caído los dos - dije medio enfadado porque hubiera llegado en este momento.
  -¿Y tú a qué venías? - preguntó Luna igual de enfadada que yo.
  -A buscarte a ti por si querías irte ya a dormir, porque yo me voy ya - contestó Cris.
  -Pues… no sé - dijo Luna mirándome con ojos suplicantes para que nos quedáramos.
  -Nos quedaremos cinco minutos más, ve andando que ahora te cogemos Cris - dije sin saber muy bien que hacer.
  -Está bien, pero no tardéis - dijo cruzando el pequeño claro en el que nos encontrábamos en dirección al reformatorio.
  -¿Seguimos con nuestro baile? - preguntó Luna cuando Cris ya se había ido.
  -De acuerdo, y esta vez intentaré no tropezarme - dije sonriendo.

 Ella volvió a colocar  su mano sobre mi hombro a la vez que yo la cogía de la cintura  y juntamos las manos restantes.
 Esta vez conseguí no tropezarme y bailamos sin parar durante unos minutos, me hubiera gustado que hubiese durado eternamente, pero como todo, tuvo un final.

  -Me parece que nos tendríamos que ir ya, le prometimos a Cristina que no tardaríamos mucho - dijo en un susurro, como si no quisiera que la escuchara a pesar de que me hablaba a mí.
  -Tienes razón - dije aún sin despegar mis manos de ella.

 A ella también le debía costar separase de mí, porque se acercó más y nos abrazamos. Fue un abrazo precioso, y había mucha felicidad en él. Sentí ganas de protegerla, de ayudarla, y de ir al fin del mundo si hacía falta.

  -Creo que es hora de irnos - dijo mientras se apartaba suavemente, pero sin soltar mi mano derecha.
  -Sí - dije estrechando su mano izquierda.

 Fuimos andando de la mano hasta que vimos a Cris apoyada en la pared del reformatorio junto a la puerta trasera, entonces separamos nuestras manos inconscientemente.

  -Ya era hora - dijo Cris fulminándonos con la mirada.
  -Perdón - nos disculpamos Luna y yo a la vez.
  -No he visto a ningún guardia por esta zona, así que supongo que vendrán dentro de poco a pasearse por aquí, hay que darse prisa - dijo Cristina como si no nos hubiera oído.
  -Pues venga, entremos - dije mientras habría la puerta. - Antes no estaban las cámaras encendidas, pero a estas horas si lo estarán, así que hay que tener cuidado y no hacer movimientos bruscos, porque las cámaras graban donde detectan movimiento - expliqué a Luna.
  -Vale, lo he pillado - dijo pasando detrás de Cris al pasillo.
  -Hay una cámara en el pasillo que hace esquina con este, así que ha partir de ahí hay que ir despacio - nos susurró Cristina.

 Entramos en el pasillo, estaba muy oscuro y solitario, pero no me dio miedo, ya había pasado antes para volver de otras fiestas.
 Cuando llegamos a la esquina, la cámara miraba hacia el otro lado así que nos pusimos debajo a tiempo antes de que se girara. En ese momento oímos como se abría la puerta trasera y unos pasos se aproximaban por el pasillo, debía ser un guardia.
 
  -Venga, subid a las habitaciones, que yo os cubro las espaldas, - susurré apremiándolas - si nadie le entretiene nos descubrirá a los tres.

 Ellas echaron a andar lentamente, sin hacer ruido, ni ningún movimiento brusco, hacia las escaleras.

 Lo único que deseé antes de salir de debajo de la cámara fue poder hacerme invisible para distraerle sin que me viera. Entonces salí, dispuesto ha conseguir que el guardia no descubriese a las chicas, que todavía las faltaba tres cuartos de pasillo para llegar a las escaleras. Empecé a moverme hacia la esquina, mientras notaba que el objetivo de la cámara me seguía.

  Me planté en frente del guardia, a unos diez metros, pero el no pareció verme. Era grandote, un poco calvo, debía de tener unos cuarenta y tantos; llevaba un uniforme azul oscuro con una gorra, una linterna y una pistola.

 Entonces fui a mirarme las piernas y las manos, ¡pero no las veía! Era perfecto, nadie me podía ver pero yo si veía ha los demás, así que lo aproveché.

 Me acerqué al guardia y le tiré la gorra al suelo, empezó a mirar a todos lados pero como no vio a nadie se agachó, recogió su gorra y se dispuso a andar, pero le volví a tirar la gorra. Las chicas debían haber llegado ya a las escaleras, así que hice ruido detrás de él y cuando se giro eché a correr hacia las escaleras sin hacer ruido.

 Cuando llegué arriba ya me veía, la verdad es que todavía no me lo creía; me había vuelto invisible… pero no sabía como, ese era el problema.
 Las chicas estaban ya en el pasillo, en frente de nuestras habitaciones y cuando me vieron, corrieron hacia mí.

  -Le has conseguido despistar, ¡qué bien! - casi gritó Cris.
  -Gracias por cubrirnos las espaldas. ¿Estás bien? - preguntó Luna preocupada.
  -Sí, sí. Solo que todavía no me creo que… - ¿continuaba o no? ¿Se lo creerían?
  -¿Que es lo que no te crees? - preguntó Cris cuando vio que yo no seguía la frase.
  -Nada, que no nos hayan pillado - contesté.
  -Ya, bueno, me voy a dormir que estoy cansada - dijo Cristina dirigiéndose ya hacia su habitación. - Buenas noches - dijo en la puerta, entró en la habitación y cerró.
  -Hasta mañana - le respondió Luna - ¿Y ahora qué hago? La verdad es que no tengo mucho sueño.
  -Bueno… - empecé sin saber muy bien que decir - ¿quieres pasar? - pregunté señalando hacia la puerta de mi habitación.
  -Eh, vale - contestó Luna tímidamente.

Abrí la puerta, ella entró delante de mí, nos sentamos en mi cama.
Todo estaba un poco desastroso, Matt y yo desde luego no éramos las personas más ordenadas del mundo, así que la habitación estaba mangas por hombro y me dio un poco vergüenza.
 Nos quedamos en silencio hasta que se me ocurrió una pregunta:
  -¿Te importa que te pregunte por qué estás aquí?, no tienes pinta de asesina psicópata.

 Ella soltó una carcajada.
  -Verás, en mi instituto había dos chicas, que eran las típicas matonas que se metían con todo el mundo; pero que siempre salían ganando. Hasta que un día me harte, yo normalmente soy tímida; pero cuando me enfado es mejor no estar cerca, así que las pillé metiéndose con una amiga y bueno… lo pagaron, las dejé inconscientes durante unas horas. Así acabé esta mañana aquí.
 
 Me di cuenta que tenía cara de atontado, se notaba que no me imaginaba a Luna pegando a la gente.
 
  - En realidad, no quería darles tan fuerte - prosiguió ella cuando vio mi boca, abierta del asombro -  solo quería que escarmentaran.
  -Pues creo que lo conseguiste.
  -Ojala - susurró con una mirada misteriosa, como si no me hubiera contado la historia al completo. –Bueno, ¿y tú… por qué estás aquí? Yo te he contado lo mío, es justo que tú me cuentes lo tuyo – justificó.

 Tenía razón, y aparte confiaba en ella. Estaba seguro de que no me iba a tomar por loco, como hicieron otras personas, cuando se lo contaba.
  -Pues yo estaba en un parque con… - comencé, pero justo entonces entró Matt.
  -Ah, hola chicos, ¿no interrumpo nada, verdad? - preguntó al ver a Luna sentada a mi lado en mi cama.
  -Esto… no, yo ya me iba - explicó Luna.

 Se levantó de la cama y yo la seguí hasta la puerta. Una vez allí le di las buenas noches y ella me respondió con un suave beso en la mejilla.
 -Hasta mañana, y gracias por todo - dijo antes de entrar en su habitación.

Otro beso. ¿Y este que significaba? Yo la quería, pero ¿y ella? ¿Me quería a mí? Esa era la cuestión. Bueno, ya lo averiguaría.

 Me pasé a mi habitación donde Matt estaba empezando a ponerse el pijama.
  -¿Qué hacía Luna aquí? - preguntó Matt.
  -Nada, pasar el rato hasta que volvierais Paula y tú. Cris estaba muy cansada y se pasó a dormir enseguida, pero Luna no tenía sueño, así que se vino aquí – contesté mientras me ponía el pijama.
  -¿Y qué habéis hecho? - siguió preguntando con una mirada curiosa y una sonrisa que yo conocía.
  -Hablar, no seas mal pensado imbécil - le contesté tirándole los calcetines sucios a la cara.
  -Vale, vale, tranqui - se disculpó riéndose - era una broma. ¿De qué hablabais?
  -Ella me ha contado por qué la han traído aquí y yo estaba empezando a contarle lo mío cuando has entrado.
  -¿Se lo ibas a contar? Pero si solo me lo has contado a mí desde que viniste y fue porque pasaste el año entero compartiendo habitación y yendo a todas partes con migo - dijo pensativo.
  -Ya - dije sin darle importancia.
  -Entonces, te debe de importar de verdad - comentó como descubriendo América - ¿Te gusta de verdad, no?
  -Sí tío. Ya lo has descubierto. Ahora a dormir - dije mientras me metía en la cama sin dejarle tiempo para que me siguiera interrogando.- Hasta mañana.
  -Buenas noches - contestó Matt apagando las luces.

 A la mañana siguiente:
 Que asco, nunca se cansarán de poner la misma melodía todas las mañanas.
 Me levanté al oír la alarma de todas las mañanas, era las ocho y media, por ser sábado nos habían dejado dormir una hora más.
 Fui derecho al armario y me puse lo primero que pillé, unos vaqueros oscuros y una camiseta negra, ya que al ser fin de semana no hacía falta llevar el uniforme.
 Me miré al espejo, mi pelo castaño oscuro estaba muy despeinado y comparado con el bonito cabello rojizo de Luna, era demasiado normal y simple. Y mis ojos, igual de oscuros que mi cabello, comparados con los bonitos ojos azules de Luna, no eran nada.
 En fin, estaba claro que no me podía comparar con Luna en cuanto a belleza.

 Miré a mi espalda y vi que Matt seguía durmiendo, como de costumbre, ni se había inmutado con la alarma. Entonces me acordé de la conversación que había tenido con él la noche anterior. Tenía razón, sólo él sabía porque estaba aquí y yo ayer había estado a punto de contárselo todo a Luna, ahora no estaba tan seguro de decírselo; ¿y si no me cree? ¿Y se me echa la culpa y no vuelve a confiar en mí?
 Y, por si fuera poco, le había confesado a mi compañero de habitación que me gustaba la chica nueva, todo por no seguir discutiendo.

 Me dirigí a despertar a Matt, como todos los días,
  -Matt, Matt. Venga tío, despierta - le dije mientras le empujaba a los lados.
  - Eh… ¿qué pasa? - murmuró con los ojos todavía cerrados.
  -¡Qué es para hoy! - le grité al oído.
  -¡Ah! Joder tío, no me pegues esos sustos que sientan muy mal cuando te acabas de levantar - gruñó estirándose y bostezando.
  -No te gritaría si te despertaras como todo el mundo, cuando suena la alarma - insistí mientras subía la persiana para que entrara más luz.
  -Ya, pero sabes que no lo hago a posta - protestó mientras se tapaba la cara por la luz que entraba -, de todas maneras, ¿cómo es que ya estás vestido? Yo tardo en despertarme, pero los sábados normalmente tú tardas especialmente en vestirte hasta que no te queda más remedio para llegar a desayunar a tiempo.
  En realidad estaba deseando ver a Luna y hablar con ella, por lo que el desayuno era una excusa perfecta, pero había que ser puntual.
  -Yo iba a… - comencé buscando una excusa.
  -Espera, no me lo digas - cortó con una sonrisa dibujada, como si descubriera el mayor secreto del mundo y solo él lo conociera - ibas a ver a Luna - declaró.
  -Eh, sí - contesté tímidamente.

 Matt me conocía demasiado bien como para no saber lo que pasaba por mi cabeza.
 Me quedé callado, pensando qué le diría a Luna y entonces me di cuenta de Matt todavía me observaba.
  -Vamos - dijo - puedes contármelo.
  -¿Contarte qué?
  -Lo que te preocupa. La nueva te gusta, pero tu duda es si tú le gustas a ella, ¿verdad?
  -No se te escapa ni una. Sí, esa es mi duda, has vuelto a acertar, pero el problema es como puedo averiguarlo.
  -Pues muy fácil, con mi ayuda, puedo hablar con ella - dijo deseando ayudarme.
 Puse cara de sorpresa.
  -Venga tío, somos amigos ¿no? Confía en mí - dijo muy en serio.
  -Eh, pero no sé, es que… - me quedé pensando - vale, pero no la cagues.
  -¡Don`t worry¡ - casi gritó mientras se levantaba, cogía ropa limpia y salía al baño.

Para algo están los amigos digo yo.
Bueno ¿y ahora qué debía que hacer?¿Esperar a que Matt hablara con Luna o hacer como si no pasara nada?
Alguien llamó a la puerta.
  -¿Puedo pasar? - la voz de Luna sonaba de detrás de la puerta.
  -Sí, claro, pasa - contesté abriendo la puerta.
Llevaba unos vaqueros azul claro y una camiseta roja. El conjunto le quedaba genial con su pelo pelirrojo y sus ojos de azul cielo.
  -Eh, vamos a desayunar cuando Paula y Cris terminen de arreglarse y después iremos a dar una vuelta por la zona delantera, Cris se ha empeñado en enseñarme todo. - Hizo una pausa mientras me miraba con una mirada intensa pero tímida, como era ella - Me preguntaba si Matt y tú querríais con nostras.
  -Claro que sí - contesté demasiado rápido -. Matt no está aquí, pero supongo que no le importara venirse.
  -Vale, ahora nos vemos, pasadnos a buscar cuando halláis acabado de arreglaros - dijo despegando su mirada de la mía y volviendo a su habitación.

 Entré en mi habitación y cerré la puerta.
 Cuando llegó Matt le conté la propuesta de Luna y accedió a acompañarnos.
 Bajamos al comedor y esta vez, me senté al lado de Luna. Desayunamos leche con galletas, como todas las mañanas, mientras planeábamos el día.

Paseamos por la parte trasera. Cris iba explicándole a Luna todo lo que había en el reformatorio y, de vez en cuando, Paula o Matt intervenían para corregirla algunos errores.
Yo iba callado, pensando en la conversación que había mantenido con Matt esa misma mañana. ¿Cómo se lo tomaría Luna?
Cuando nos sentamos a comer en el césped, Luna se sentó a mi lado y me preguntó:
  -Nathan, ¿por qué estás tan callado?
  -Sólo... estaba pensando - respondí mirando sus enormes ojos azules.
  -Pues yo creo - intervino Paula - que llevas demasiado tiempo pensando.
  -¿Por qué lo dices? - pregunté volviéndome hacia ella.
  -Vamos, - saltó Matt de repente- apenas has dicho dos palabras desde que salimos del comedor.
  -Es que...- dije - Matt, ¿puedo hablar contigo un momento?
  -Si, claro, vamos allí - dijo señalando un árbol que había a unos metros de donde estábamos sentados.
  -Vale - accedí.
Nos levantamos y caminamos hasta llegar donde la sombra del árbol nos cubría por completo.
  -No quiero que le digas nada a Luna - dije rompiendo el silencio.
  -¿Qué pasa? ¿No confías en mí? - preguntó con la mirada entristecida.
  -No es eso, pero- no sabía que decir - no sé como se lo tomará. Es nueva y eso, y a lo mejor prefiere conocer bien a todos antes de nada.
  -Vale, si es lo que quieres... - y se fue con las chicas.
Me quedé unos minutos pensando hasta que me decidí por volver con los demás. Cuando llegué me volví a sentar en el mismo sitio, al lado de Luna.
Pasamos el resto de la tarde dando vueltas cerca del lago.
Nos pusieron para cenar un asqueroso puré que ni el cocinero sabía lo que llevaba.
No pegué ojo en toda la noche pensando en si debía haberle dicho a Matt lo de Luna o si debía haberme callado.
Ala mañana siguiente ni siquiera salí de la cama. Lo único que hice en todo el día fue estar tirado en la cama.
Cuando Matt llegó por la noche intentó contarme lo que habían hecho pero, sinceramente, no me apetecía saberlo, así que me di media vuelta y, esta vez si, me quedé dormido.


CAPITULO 1

Un mediodía de septiembre en el aula de Geografía de un reformatorio.

Los recuerdos vuelven a mi mente.
<<Paredes blancas, puerta marrón; era su habitación. Había una cama con la colcha lila justo debajo de la ventana, y allí estaba ella. Sentada sobre la almohada con un perro de peluche entre sus brazos. Me senté a su lado y ella recostó su cabeza sobre mi pecho. Entonces me miró fijamente con sus grandes ojos verdes y susurró. Te qu…>>

  -Nathan ­­- el señor Brown me sacó de mi ensoñación- Nathan - volvió a decir - vuelva a clase.
  -Lo siento señor, me he distraído - contesté.
  -En fin, como iba diciendo… - y prosiguió con su aburrida explicación hasta que el timbre marcó el fin de la clase.

 Recogí mis cosas dispuesto a salir de allí lo más rápido que pudiese, pero cuando estaba en la puerta me topé con la directora que iba acompañada de una chica pelirroja que llevaba un vestido blanco.

  -Buenos días - saludó la directora Drina.
  -Hola - respondí cabizbajo intentando pasar desapercibido.
  -Espere, señor Redfield, quiero presentarle a una nueva alumna - me dijo señalando a la chica.
  -¿Qué tal?- dijo la chica casi en un susurro.
  -Nathan, te presento a Luna Auguste- dijo la directora- Me gustaría que le enseñara a la señorita Auguste nuestras instalaciones.
  -Verá, es que…- dije lentamente al mismo tiempo que buscaba una excusa creíble.
  -No sea maleducado - dijo ella con tono cortante.
  -De acuerdo, señorita Drina.
  -Gracias, señor Redfield. Por cierto,- dijo antes de marcharse- no olvide ponerse el uniforme, señorita Luna.
  -No se preocupe, me lo pondré en cuanto pueda- dijo la chica pelirroja.
Mientras se alejaba por el pasillo haciendo sonar sus tacones de aguja pude fijarme por primera vez en el rostro de la muchacha.
  -Hola, soy Nathan- dije ofreciéndole una mano como símbolo de saludo.
  -Esto… yo soy Luna- respondió ella a tiempo que estrechaba mi mano.
  -Bien, te enseñaré esto- dije aún estrechando su mano- Empecemos por el gimnasio.
  -Vale, ¡tú eres el guía!- exclamó soltando mi mano

Fui hasta el gimnasio con Luna a mi lado. Me sentía observado porque ir con una chica pelirroja, de ojos azules y con vestido blanco y sandalias…no es muy normal teniendo en cuenta que estábamos en un reformatorio en el que había que llevar uniforme.

Cuando llegamos empecé a enseñarle los vestuarios:
  -Estos son los vestuarios, los de la derecha los masculinos y los de la izquierda los femeninos
La conduje hasta el gimnasio.
  -¡Hala, es enorme!- exclamó antes de que yo pudiese explicarle donde estaba cada cosa.
  -Sí, es muy grande- dije con tranquilidad.
  -¿No hay piscina?- preguntó entusiasmada Luna.
  -No, esto no es un colegio privado, es un reformatorio. Ojala hubiera algún lujo, así por lo menos merecería la pena estar aquí siendo inocente- dije con un tono triste
  -Mmm…vale, perdona si te he molestado. Has dicho que eres inocente… ¿qué se supone que hiciste para que te encerraran aquí?- preguntó con un tono demasiado curioso.
  -No me has molestado, solo te digo lo que pienso sobre todo esto - y era cierto, porque esa era mi opinión - Y lo de porque estoy aquí no es tu problema, así que preferiría no hablar de ese asunto.
  -Vale, entiendo. Lo siento, soy demasiado curiosa.- dijo arrepentida
  -No importa, es normal, vamos, te seguiré enseñando todo esto y luego iremos a comer.
  -Vale, te sigo- dijo caminando detrás de mi.

 La llevé por todo el reformatorio y la fui explicando de que asignatura era cada aula, hasta que llegamos al hall y señalé hacia la derecha.

  -Ahí están las escaleras por las que se sube a las habitaciones y a la izquierda los baños, la biblioteca y la puerta trasera que da hacia un pequeño bosque que rodea un lago -dije - y por donde hemos venido da al gimnasio y a los vestuarios, y la puerta de enfrente es la entrada principal, que da a un patio con campo de baloncesto, de fútbol y de volleybol.

 Hubo un rato de silencio. La miré y me di cuenta de que no estaba demasiado atenta, ya que estaba mirándome fijamente e intercambiamos miradas.
 Era guapa, muy guapa y tenía los ojos más bonitos del universo.
  -Vale - dijo apartando la mirada -, derecha habitaci…
Y no le dio tiempo a acabar la frase.
  -¡Hola! - exclamaron al mismo tiempo dos chicas que venían corriendo por el pasillo - ¿Qué tal?
  -Hola – dije - Paula, Cris, os presento a Luna, una chica nueva.
  -¡Hola, encantada! - gritó la chica más alta y rubia - soy Paula.
  -Eso mismo – dijo la más bajita y castaña - y yo Cristina.
  -Hola – dijo tímidamente Luna.
  -¿Por qué no vamos a comer algo? - propuse.
  -Verás Nathan… - se disculpó Luna señalando su vestido y sus sandalias - me parece que me tengo que cambiar.
  -Oh, es verdad. Pues te esperamos aquí.
  -Tú espera aquí que nosotras la acompañamos, ¿vale?- sugirió Cris.
  -Enseguida volvemos - cortó Paula antes de que pudiera contestar.

 Me quedé mirando a las tres mientras subían hacia las habitaciones y al poco tiempo de que desaparecieron por las escaleras, una voz que procedía de detrás mía me sobresaltó.

  -Tío, ¿quién era la pelirroja? -dijo Matt, ¿quién si no?
  -Es nueva y me ha tocado enseñarla todo esto - contesté sin darle importancia.

Matt me contó lo que había hecho esa mañana y le pregunte que por qué tardarían tanto las chicas, así que, continuó hablando sobre ellas:

  -¿Por qué todas acaban saliendo contigo?- bromeó.
  -Primero, no estamos saliendo- aclaré – y segundo, puede ser ¿porque soy más guapo que tú, quizás?- dije esbozando una sonrisa.
  -Sí, claro, eso será- dijo Matt sin prestarme mucha atención y mirando por encima mía.
  -¿Qué pasa?- dije girándome para ver lo que pasaba a mi espalda.- Ah, ya vienen.
  -Parecen los Ángeles de Charlie- dijo Matt asombrado.
  -Y que lo digas - murmuré con la boca igual de abierta que la de Matt.

  Rubia, pelirroja y castaña. Llevaban minifaldas de color gris, camisetas azul celeste y manoletinas negras.

  -¡Ya estamos aquí! – exclamó la chica rubia.
  -Eh, esto… sí claro - dije con la cara de asombro todavía - ¿A dónde íbamos?
  -¡A comer! – gritó Cris.
  -Oh, sí, claro, que tonto - me disculpé.

 Caminamos hacia la puerta del comedor. Matt iba a mi lado y ambos íbamos en silencio delante de las tres chicas. Paula y Cris no paraban de hablar y Luna iba en medio, sonriendo, pero por lo que vi cuando me di la vuelta no las prestaba demsiada atención, solo miraba hacia nosotros con la mirada pensativa.

 Cuando llegamos al comedor, me di cuenta de que no había presentado a Luna y a Matt, pero mi amigo se me adelantó:
  -Bueno tendréis que presentarnos ¿no? – soltó Matt de repente dirigiéndose a mi.
  -Sí, es verdad – dije – Matt, esta es Luna; Luna, este es Matt, un buen amigo.
  -Encantada – dijo Luna mirando a Matt.
  -Lo mismo digo – dijo Matt sonriendo.
  -Bueno, vamos a comer – dije cortando los pensamientos de Matt – Luna, ven. Las bandejas se cogen de aquí y te sirves tú mismo la comida – aclaré dándola una bandeja. Cuando la cogió, me siguió hasta donde había que servirse la comida – Permíteme – la dije sirviéndole la sopa.
  -Gracias – me respondió con una preciosa sonrisa mientras yo me perdía en su bonita mirada azul.
  -Ejem, ejem. ¡Venga, que hay hambre! – cortó Cris que iba la última.
  -Si, esto… perdón – dije sirviéndome y echándome a un lado.

 Llegamos a una mesa rectangular vacía y nos sentamos: Matt y yo en un lado y las tres chicas en frente nuestra. Y justo, supongo que por pura coincidencia, Luna se sentó en frente mía y sus pies rozaron los míos.

  -¡Qué suerte, sopa, croquetas y  yogurt!, es lo único que no sabe a mierda que dan aquí – señaló Matt sonriente – seguro que es porque ha venido Luna.
  -Sí debe de ser – dije distraído

 Al rato Paula rompió el silencio:
  -¿A que no sabéis qué? Pues que esta noche… - dijo intentando intrigarnos-
¡hay fiesta!
  -¡Sí! – chilló Cris – Luna, ¿te apuntas?
  -Bueno… ¿dónde es? – preguntó tímida.
  -A las diez en el bosque al lado d…– comenzó Paula
  -¡¿Qué?! – grité - ¿Queréis que la castiguen su primer día?
  -¡No! – contestaron Cris y Paula a la vez.
  -Pues es lo único que conseguiréis – dije muy serio.
  -Sólo es para que se divierta un poco, no le arruines la poca diversión que le queda – objetó Matt
  -¿Pero tú quieres ir? – le pregunté a Luna que no había abierto la boca desde hace un rato.
  -Sí, me gustaría – me contestó con un hilo de voz – pero no hace falta que te preocupes por mí, ya soy mayorcita y sé cuidarme – repuso al ver la cara de enfado que debía tener yo.
  -Pero has acabado aquí, así que no estoy tan seguro – dije.
  -Ya, pero da la casualidad de que tú también estás aquí. Déjame en paz – dijo ella enfadada.
  -¡Vale!, haz lo que quieras, lo que queráis, pero yo no pienso ir. Adiós. – dije ya muy cabreado.

 Me levanté, dejé la bandeja en su sitio y me dirigí hacia la puerta del comedor a toda prisa dispuesto a dar una vuelta para despejarme.
 No lo podía creer, encima que intentaba protegerla y ayudarla ¡se enfada con migo! Lo hacía por su propio bien, solo quería que no le pasara nada malo y menos en su primer día.

 Llegué al exterior, al extenso bosque, con su pequeño lago y el mirador.  Fui directo allí, al mirador, donde solía ir para pensar. Y justo antes de llegar oí esa voz:
  -Espera – gritó ella. Y entonces me di la vuelta – Espera… - dijo mientras cogía aire – ¿cómo has ido tan rápido?, te he visto salir por la puerta cuando estaba a dos metros de ti y de repente he salido del comedor y ya no te he vuelto a ver – preguntó.
 Es verdad, no me había fijado, pero he llegado aquí bastante más rápido de lo normal. ¿Cómo lo había hecho?
  -Esto… no lo sé, no me había dado cuenta – dije rascándome el codo del brazo izquierdo como acto reflejo.

 Luna se me acercó, me cogió ese mismo brazo y miró hacia la blanca y alargada mancha que tenía justo debajo del codo, la rozó con los dedos y se quedó allí contemplándola fijamente durante unos minutos.
  -Bueno, ¿al final vas a ir a la fiesta? –dije cortando ese incómodo silencio sin saber que decir
  -Eso no importa ahora – dijo ella muy pensativa - ¿cuándo te salió esta mancha?
  -Bueno pues unos cuantos días antes de llegar aquí, hace unos dos años – contesté sin saber a qué venía tanto alboroto - ¿ a qué viene tanta curiosidad por una mancha ahora?
  -No es solo una man…- dijo en un susurro – Bueno, pues eso, curiosidad, es que una amiga de mi instituto tenía una muy parecida y me has hecho recordarla.
  -Qué coincidencia. Bueno, ¿para que venías tan deprisa? – dije ya más serio.
  -Venía a disculparme, tú solo querías protegerme y los demás te hemos mandado a la mierda. Perdóname por favor – me dijo con mirada suplicante.
  -Bueno, soy yo quien me tengo que disculpar, perdón, tenías razón. Es tu vida. – dije
  -Bueno yo te perdono y supongo por lo que has dicho que tú me perdonas así que ya estamos en paz.
  -Sí, ya está. ¿Al final vas a ir? – pregunté temiéndome la respuesta.
  -Sí, se lo he prometido a los tres, ya no me puedo echar atrás, pero tú si puedes cambiar de opinión e ir.
  -No voy a ir – dije.
  -Pero ¿por qué? – preguntó sin entender.
  -Porque no me apetece y además… - mentira, si quería ir para estar con ella, pero no me atrevía a soltárselo así, como si nada.
  -Además ¿que? – volvió a preguntar.
  -Nada, da igual – aparté la mirada.

Hubo un silencio que acabé rompiendo yo:
  -¿Qué tal con Paula y Cris? – pregunté.
  -Quitando que no me dejan sitio en el armario… son bastante majas – bromeó.
  -¿Que no te dejan sitio? ¿Compartís la misma habitación? – pregunté alegrado.
  -Sí, ¿es que no lo sabías?, se me había olvidado decírtelo, estamos las tres en la habitación número 34.
  -Pues la que compartimos Matt y yo está justo en frente – dije alegrado.
  -¡Qué bien¡ - exclamó.
 
Nos quedamos un rato en silencio, observando el lago. Y entonces ella habló:
  -Creo que debería subir a ordenar mis cosas y todo eso… - dijo.
  -Sí, claro, vamos – dije señalando hacia el reformatorio.
 Llegamos al interior del reformatorio y comenzamos a subir las escaleras, entonces una voz detrás nuestra nos paró:
  -Señor Redfield… - era la directora Drina.
  -¿Sí? – contesté.
  -Veo que ha hecho bien su trabajo, ¿es así señorita Auguste? – dijo volviéndose hacia Luna.
  -Eh… sí, claro – dijo distraída.
  -Bien, os dejo, tengo cosas que hacer – y se fue.

Continuamos subiendo hasta que llegamos al pasillo que separaba nuestras habitaciones.
  -Bueno, ya estamos aquí – dije parándome entre las puertas de nuestras habitaciones.
  -Sí, esto… gracias por todo – se acercó tímidamente y me besó en la mejilla- Hasta luego.
  Se dio la vuelta, abrió su puerta pasó y cerró.

 ¿Qué significaba eso? ¿Desde cuándo para dar las gracias se daba un beso?
 Entré en mi habitación, me tumbé en la cama, cerré los ojos y volví a recordar pero esta vez dormido:
<<- Vamos, tardas mucho.
  -¿Qué? Es que tú corres demasiado.
  Se paró frente al río, se dio la vuelta y se echó a mi cuello mientras sus labios rozaban los míos.
  -Te quiero – dijo
  -Lo sé, yo a ti tam…>>

 Las diez menos cuarto.
 Mierda, me he vuelto a quedar dormido.

sábado, 11 de junio de 2011

A ver, el segundo capitulo está en progreso!! jejeje
no tardaremos mucho!!
y otra cosa:
si conoceis a alguien que le guste leer...
...decidle que entre en nuestro blog porfa!!

jueves, 2 de junio de 2011

¿Valentía... o cobardía?

Suicidarse es una forma de mostrar tu valentía... ¿o tu cobardía? ¿Ambas cosas, quizás?
Valentía, ser fuerte, tener la capacidad de clavarte una daga en el pecho, destruir una vida, morir solo, totalmente solo.
Tener el valor de decir adiós a una vida que tú mismo vas a destruir, decir adiós a tu familia, a tus amigos, a tus recuerdos, a tus esperanzas... decir adiós a todo.
Cobardía, ser débil, destrozar y destruir tu vida. Tirar por la borda todo, absolutamente todo. Todo tu esfuerzo, todo tu trabajo, todos tus méritos... todo.
Tener demasiado miedo a admitir quien eres, o quien serás. Tener miedo a ser tu mismo.
Suicidarse es una forma de mostrar tu valentía... y a la vez tu cobardía.
Suicidarse es ser muy fuerte y muy débil.
Suicidarse es pensar mucho, o no pensar nada.
Suicidarse es ser valiente y cobarde, ambas cosas a la vez.

By María