jueves, 13 de octubre de 2011

CAPITULO 6

  - ¿Por… por qué no me lo dijiste? - pregunté.
 Luna se limitó a mirarme fijamente.
  -Yo… podría haber…
  - Ni, no puedes hacer nada, tú no, y hasta que no salgamos de aquí yo tampoco - dijo sin apartar la mirada.
  - ¿Pero él…? ¿Él sabe que tu eres una Buscadora y que yo soy un… - se me hizo un nudo en la garganta, no estaba acostumbrado a llamarme así - ya sabes, un…?
  - Protector, un Protector Blanco, no debes tener miedo a decirlo, es tu naturaleza, no puedes cambiarlo, quieras o no.
  - Yo no tengo miedo - me defendí.
  - Todos tenemos miedo, miedo de lo nuevo, lo desconocido… es parte de nosotros. Y sí, Víctor está aquí porque sabe lo que somos y sí, todo esto lo sé gracias a la conversación que tuve con él - explicó.
  - ¿Y qué quería decir? Me refiero a eso de que no deberías dejarte llevar por tus sentimientos - dije recordando las palabras de Víctor, y en ese momento las entendí, pero aún así necesitaba que me lo dijera ella.
 Tardó bastante en responder.
  - Verás Nathan, - suspiró - como te dije ayer, te quiero, me gustaría empezar una relación con tigo, pero… no puedo, lo nuestro nunca funcionaría.
  - ¿Por qué dices..?
  - Espera, déjame acabar - me cortó Luna -. No funcionaría, porque antes o después acabarían descubriéndolo.
  - ¿Quiénes? ¿Las Autoridades Superiores? - Luna asintió - ¿Y qué si lo descubren?
  - Hay una serie de normas que los Protectores y los Buscadores deben cumplir y…
  - Déjame adivinar - dije - una de ellas es no enamorarse bajo ningún concepto.
  - Más o menos - fijo soltando una risita nerviosa -. No se pueden mantener relaciones de ningún tipo excepto laborales, no se pueden tener preferencias, etc… Si estuviéramos en peligro de muerte un Protector Blanco y yo ¿A quién salvarías?
  - Pues lo sentiría mucho por el otro Protector, pero tengo claro que te salvaría a ti.
  - ¿No lo ves? No podemos estar juntos, en ese caso deberías decidirte sin pensarlo por tu compañero, no por mí, una simple Buscadora.
  - Pero… ¿y si nunca llega esa elección? ¿Y si no se enteran? - pregunté cogiéndola la mano, infundándole esperanza para que cambiara de opinión, ella apartó la mirada.
  - Nathan, en serio, lo siento mucho, pero como te he dicho si ellos se enteran podrías acabar muy mal, te quitarían las habilidades, te desterrarían de tu mundo por incumplir las normas y…
  - Me da igual eso. Prefiero perder mis poderes y  vivir en mundo normal junto a ti que en uno fantástico sin ti.
  Me miró fijamente a los ojos y vi que los suyos estaban llenos de lágrimas.
- Oh, Nathan, te quiero. No puedo ignorar mis sentimientos, llevo toda
 mi vida reprimiéndolos, me han obligado a vivir una vida impuesta por ellos no mi propia vida, me gustaría coger el timón de mi vida, hacer con ella lo que me apetezca - dijo - ¿En serio estarías dispuesto a perder tus habilidades y a dejar de lado tu naturaleza, por mí?
  - En realidad - suspiré antes de decir: - estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ti.
  De repente se abalanzó sobre mí y me rodeó el cuello con sus brazos. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y comenzó a sollozar.
- Gracias - susurró.
Antes de que pudiera responder, escuché unos pasos provenientes de detrás de la puerta de la habitación. La puerta se abrió y una figura alta vestida de negro se coló en el cuarto.
  - ¡Qué conmovedor! - era la voz de Víctor -. Si queréis me voy y os vuelvo a dejar solitos - dijo antes de soltar una carcajada que me puso los pelos de punta.
  - Vete a la mierda hijo de puta - solté de repente.
 Víctor hizo caso omiso  de mi intervención y dio un paso en dirección a Luna, que estaba en mis brazos exhausta y confundida.
  - ¿Qué pasa no puedes controlar tus sentimientos, pequeña Buscadora? - preguntó dirigiéndose a Luna, con una sonrisa burlona dibujada en el rostro.
 Lentamente se fue acercando hacia nosotros ala vez que e iba incorporando a Luna hasta dejarla a mi espalda  protegida por mí. Si Víctor quería llegar a ella tendría que pasar primero por encima de mi cadáver.
  - No te acerques a ella, Asesino.
  - Sí, -diijo- eso es exactamente lo que soy, un Asesino.
Me tendió la mano.
  - Encantado de conocerte, Protector - dijo con una mirada gélida.
  - ¿Por qué no nos dejas en paz y te largas? - pregunté con toda la mala leche contenida en esas palabras.
  - Sí, la verdad, ha estado pensando en… ¿cómo se llama? Ah, sí, tu amiguita Cristina, es bastante mona…
  - No te atrevas a tocarla un pelo o…
  - ¿O qué? ¿Me matarás? Dudo mucho que lo consigas, ni tu Lunita lo consiguió y eso que estaba preparada para ello.
Dio media vuelta y se largó pegando un portazo, con una última  mirada amenazadora.
 Me giré y comprobé que Luna lloraba incluso más que antes. Estaba sentada entre mí y su cama, con la cabeza entre las piernas.
  - Eh, vamos, ya está - dije cogiéndole la cabeza con suavidad entre mis manos y limpiándole  las lágrimas que no paraban de caer. Cruzó su mirada con migo, estaba preocupada y feliz - venga ponte más cómoda - dije cogiéndola en mis brazos y depositándola suavemente sobra su cama, estaba totalmente agarrotada así que tuve que ayudarla a tranquilizarse susurrándole cosas al oído.
 Me acomodé torpemente a su lado hasta acabar tumbados unos junto al otro. Ella me abrazó y puso su cabeza sobre mi pecho.
  - Tranquila, todo a pasado, ya ha terminado - la susurré mientras le besaba la frente. En ese momento supe que no era cierto, que todo acababa de empezar, pero no me desmoroné, no con Luna así a mi lado, si ella estaba mal yo estaría bien por los dos.
 Pudimos pasarnos así horas hasta que consiguió serenarse, abrazados el uno al otro, yo susurrándole cosas sin demasiado sentido pero con toda la ternura del mundo y ella abrazada a mí y sin parar de llorar.
  - Gra… gracias por todo, no… no sé que haría sin ti - dijo una vez se tranquilizó, irguiéndose ligeramente hasta acabar su cabeza sobre la mía, sus cabellos rojizos, oscuros por la oscuridad que nos rodeaba, cayeron sobre mi rostro haciéndome cosquillas. Luna se inclinó hasta que nuestros labios se encontraron en un beso húmedo, ya que sus lágrimas seguían rodando por su cara e iban a parar a las comisuras de sus labios.
  Ella enredó su mano en mis cabellos y yo la apreté contra mí hasta que nos quedamos sin aire y ella se volvió a colocar sobre mi pecho, igual de abrazada a mí como antes, solo que ya no estaba tensa. Supe que necesitábamos descansar, había sido un día muy largo y con muchas emociones.
  - Buenas noches - susurré mientras le apartaba un mechón se pelo que tenía en la cara.
  - Hasta mañana, Nathan - murmuró ella ya en sueños y con una preciosa sonrisa dibujada en su rostro.


 Otra vez la misma canción de rodas las mañanas, ya estaba hasta las narices.
 Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Luna, aún dormida abrazada a mí. De repente todos los sucesos del día anterior vinieron a mi mente: el beso de Luna, lo que dijo Víctor sobre que estaba aquí por un asesinato, sus amenazas, y la noche en vela ayudando a Luna a tranquilizarse.
  Me levanté con cuidado intentando no despertarla y fui a los baños. Me lavé la cara y me miré al espejo.
 Parecía que llevaba una semana sin peinarme y tenía unas ojeras que parecía que no se me iban a quitar no con las cremas esas que anunciaban por la tele.
 Volví a la habitación a ver si Luna se había despertado ya y me la encontré de espaldas a mí en ropa interior, conjunto negro de Hello Kity, y estaba buscando el uniforme en el armario.
 Me di cuenta de que una cicatriz recorría parte de su espalda. Era alargada, como si una espada le hubiese cortado. Y además también descubrí un tatuaje en la cadera, era como una especie de estrella con seis puntas.
  - ¿Cómo te la hiciste? - le pregunté sin fijarme en que no se había dado cuenta de que yo estaba aquí.
  - ¿Qué? - dio media vuelta de un salto tapándose con la camisa del uniforme que tenía en la mano - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - preguntó ruborizándose.
  -Mmm… unos veinte segundos - contesté -. Lo siento, debería haber llamado a la puerta…
  - Sí. Bueno, deberías… - dijo.
  - Si quieres me voy… no pretendía molestar…
  - No, no. No importa, no molestas - dijo poniéndose la camisa del uniforme.
 Y antes de que pudiera reaccionar se acercó y juntó sus labios con los míos.
  - Buenos días - me dijo dedicándome una sonrisa llena de felicidad.
  - Te quiero - le dije con toda sinceridad, antes de volverla a besar.
  - Toc, toc ¿se puede? - preguntó Paula con una risita a nuestras espaldas.
  - Sí, sí, claro - dije poniéndome rojo como un tomate - si yo ya me iba… ¿Por cierto, dónde habéis dormido Cris y tú?
  - Yo en tu cama… es que cómo mi habitación estaba ocupada… y estabais tan dormidos…
  - Vale ¿con Matt? ¿y Cris?
  - Bueno, Matt durmió en su cama y mmm… Cris y Víctor se fueron a dar un paseo solos.
  - Ah, vale, yo me voy a cambiar.
 Besé a Luna en al mejilla y me despedí de Paula.
 Estaba preocupado por Cris, ¿y si Víctor le había hecho algo?
 Y además ¿Matt y Paula? Bueno no me los imaginaba juntos, pero…
 Corrí a la habitación de Víctor y entre sin llamar.
Estaba solo en la habitación, con la camiseta quitada. Ya tenía una razón por la que a Cris le podía gustar.
  - ¿Dónde está? - pregunté furioso - ¿Qué la has hecho?
  - Bueno, ya que creo que estas hablando de tu amiguita Cris - contestó con esa maldita mirada desafiante a la vez que burlona -, te diré que como ayer nos dejaron solos, pues…
  - Hola Nathan - Cris apareció por la puerta.
  - Eh… hola - dije algo confuso - Esto… venía para decirte que Luna me ha pedido que te busque para que la ayudes a alisarse el pelo - me lo inventé todo sobre la marcha, pero con tal de que no estuviera más tiempo junto a Víctor… además, seguro que Luna lo entendería.
  - ¿Luna? ¿Alisarse el pelo? Bueno… supongo que la tendré que ayudar, para eso están las amigas ¿no? - se volvió hacia Víctor -. Espérame para bajar a desayunar.
  Se acercó a Víctor y se besaron con mucha intensidad, reprimí una arcada, Cris con Víctor, una de mis mejores amigas con mi peor enemigo… puaj, eso tenía que acabar, y pronto.
 Víctor la estrechó contra sí en ademán posesivo, como para intentar dejarme claro que iba a ser imposible que Cris cambiara de bando. Yo esperé paciente y salí detrás de Cristina hacia su habitación.
  Entré un momento para avisar a Luna de que le siguiera el juego.
  - Bueno, aquí te traigo a Cris para que te ayude a alisarte el pelo - dije a Luna que me miró con cara confusa primero y después asintió. Bien, me había entendido.
  - Gracias por ir a buscarla.

 Fui directo a mi habitación a vestirme y allí me encontré con Matt que ya estaba vestido, pero muy pensativo.
- ¿Podemos hablar? - preguntó nada más verme entrar.
- Claro, ¿qué pasa?
- Yo…, verás, es que hace tiempo que.., bueno, me estoy… - parecía bastante nervioso
      - Vamos, suéltalo ya - dije intentándole darle ánimos.
      - Estoy… enamorado de Cris - soltó al fin.
      - ¿Cris? ¿De Cris? - no me lo podía creer - ¿Y qué hay de Paula? ¿Ayer por la noche…?
      - ¿Qué? No, ayer no pasó nada con Paula, simplemente durmió en tu cama por que tú estabas con Luna en su habitación. Es una buena amiga, pero nada más.
      - Lo siento, yo pensaba que tú… - me disculpé - ¿Cris? ¿Por qué no me lo contaste?
      - Bueno… todo pasó a raíz de Luna y tú. Te veía esa sonrisa cada vez que hablabas de ella… eras tan feliz cuando pensabas que ibais a estar juntos que yo me replantee muchas cosas, cómo por ejemplo si alguien me gustaba y… bueno, me di cuenta de que quería mucho a Cris, pero como a algo más que a una amiga, comprendí que si la perdía lo pasaría fatal, tendría un vacío gigante y llegué a la conclusión de que me gusta, de que daría cualquier cosa por hacerla feliz.
  - ¿Pero por qué no me lo has contado antes?
  - Tenías cosas de la que preocuparte, como Luna.
  - Vamos, tío, eres mi mejor amigo y nada ni nadie podrá cambiarlo, ni siquiera Luna, puedes confiar en mí para lo que quieras.
  - Gracias - dijo levantándose de la cama.
  - Para eso están los amigos.
 Nos dimos un abrazo, uno de esos que lo dicen todo son necesidad de decir nada, uno de los que sólo se dan los amigos de verdad.
 Y eso me hizo entristecer al comprender que sería uno de los últimos momentos que pasaría junto a él.

 Después de vestirnos todos bajamos al comedor excepto Cristina y Víctor, que después de que ayudara a Luna  a alisarse el pelo, desaparecieron.
 A mitad del desayuno aparecieron por la puerta del comedor cogidos de la mano.
 Sin ni siquiera mirarnos se sentaron en una mesa e la otra punta del comedor.
  - ¿Qué les pasa a esos dos? - preguntó Paula.
  - No lo sé - respondió Matt -. Pero voy a averiguarlo - se levantó para dirigirse hacia la otra punta del comedor en busca de explicaciones.
  - ¿Quieres que te acompañe? - le pregunté, no sabía que podría hacer Víctor, aunque por otro lado  no me quería separar de Luna que estaba a mi lado con la cabeza apoyada en mi hombro y su pelo pelirrojo, ahora liso, me hacía cosquillas en el cuello.
  - No, ya soy mayorcito - dijo muy seguro de sí mismo.
 Anduvo recto por el pasillo, derecho a la última mesa, donde se veía desde nuestra posición a Víctor y Cris de espaldas a nosotros.
 Cuando llegó se sentó en frente de los dos y cómo estaba de cara a mi lado de la mesa le pude leer los labios
  - ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué no os sentáis con nosotros? - preguntó Matt, supongo que furioso a la vez que confuso. No supe la respuesta que le dieron, pero si supe que había hablado Cristina, porque Matt, la miraba a ella - ¿Qué? ¿Qué quieres que hoy sea el día de las parejas? Pero… ¿qué parejas? Si los únicos que… - leí en sus labios antes de que Cris le cortara, aunque en seguida volvió a hablar - Nathan y Luna sí, pero Paula y yo… ¿de dónde has sacado eso? Buff, da igual, si no queréis venir, no vengáis - se levantó de  la mesa y vino hacia la nuestra.

  - No hay manera, dice que hoy debería ser “el día de las parejas”, una chorrada que se ha inventado para estar a solas con Víctor, además, él ni ha abierto la boca, llevaba esa sonrisa burlona pintada en su maldita cara. Cuanto desearía borrársela.
  - Pues no eres el único… - murmuré lo suficientemente bajo para que solo me escuchara Luna.

Cuando acabamos de desayunar fuimos a clase, acompañé a Luna a su clase de Matemáticas y la dije que se mantuviera siempre donde hubiera gente, nunca sola, por si acaso a Víctor se le ocurría hacerle algo. A cada intermedio entre clase y clase iba a buscarla para acompañarla a la siguiente.
 Estuve toda la mañana absorto en mis pensamientos: Víctor, mi cumpleaños, la huida que debía emprender junto con Luna, las habilidades que tendría que aprender a controlar… iban a ocurrir demasiadas cosas en muy poco tiempo, ¿estaría preparado? Lo tendría que descubrir por mi propia cuenta.

domingo, 2 de octubre de 2011

CAPITULO 5


 ¿Qué? ¡Esto era increíble! ¡Era un Protector Blanco! Había estado tan ¨tranquilo¨ en el reformatorio hasta que, de repente, llega una chica y me empiezan a pasar cosas extrañas. Corría mas deprisa que los demás, me hacía invisible, no me hacía daño con facilidad…
 Y además había una panda de malos llamados Asesinos de la Oscuridad y otra de buenos llamados Protectores Blancos.
 Los Asesinos querían, como su nombre indica, matar a los Protectores y yo era uno de los Protectores.
 Y esa era la parte de la historia en la que supuestamente, yo debería tomar a Luna por loca, pero no era así, porque, para poner la guinda, estaba locamente enamorado de ella.
 ¡Tierra trágame!

 Un balonazo en la cabeza me sacó de mi ensoñación.
  -Lo siento - gritó Víctor mientras se acercaba corriendo hacia mí.
  -No pasa nada, da igual - respondí en voz baja - estoy bien.

 Me sentí un poco mareado por el golpe, por lo que me senté.
 Víctor se sentó a mi lado para disculparse otra vez, pero más que eso parecía que estaba inspeccionando mi rostro, como si intentara acordarse de donde me había visto antes, y justo cuando yo iba retirar la mirada me fijé de una gran cicatriz que recorría su cuello.
 Al darse cuenta de que yo estaba observando su cicatriz, Víctor se incomodó y cambió de postura para que yo no pudiera verla.

  -¿Qué te pasó? - le pregunté.
  -Eh… nada, un simple arañazo - murmuró molesto por mi pregunta.

 Después, sin decir nada, se levantó y se reunió con los demás, que estaban a unos metros de nosotros mirándonos. 

  -Lo siento - dije levantándome - pero se me han quitado las ganas de jugar. Necesito estar solo.

 Nadie objetó nada, así que comencé a andar hasta un pequeño claro, mi preferido, donde iba siempre a pensar. Me senté debajo de un gran roble, entre dos de sus grandes raíces.
 Cogí varias piedras y me entretuve un rato tirándolas contra el árbol de en frente.

  -¿Me puedo sentar? - me giré y vi a Luna apoyada en el tronco del árbol bajo el que yo estaba sentado. La hice un gesto con la mano para que se sentara a mi lado. Cuando se sentó nuestros brazos se rozaban, estábamos apretujados entre las dos raíces del roble. Estuvimos un rato en silencio, disfrutando el uno del silencio del otro, hasta que Luna comenzó a hablar.

  -Nathan - dijo con voz suave - prometiste escuchar hasta el final.

  ¿Cómo? ¿Es que todavía había más? Intenté disimular un poco mi expresión de sobresalto.

  -Claro. - respondí - ¿Qué más me tienes que contar?
  -Bueno, la verdad es que tú no eres un Protector Blanco cualquiera. Eres el último Protector Blanco conocido.
  -¿Cómo? ¿El último conocido?- esta vez no pude evitar que mi rostro  mostrara que estaba alucinado.
  -Verás - soltó un largo suspiro - desde siempre han existido los Protectores Blancos y, por tanto, también los Asesinos Oscuros. Esto quiere decir que siempre ha habido  una lucha entre el Bien y al Mal. Hace 17 años hubo una gran batalla en la que el Mal dominó al Bien - aquello se ponía interesante, así que me callé y seguí  escuchando con atención a Luna. - Sólo quedaron con vida unos pocos de los nuestros, los más fuertes y con más poder, llamados “Las Autoridades Superiores”, y ellos tomaron una decisión rápida. Dotaron de las habilidades de los Protectores Blancos a doce bebés recién nacidos. Uno de los cuales eres tú.

  Me quedé pensando un momento.

  -Luna - dije - ¿cuántos años tienes?
  -Diecisiete…
  -Entonces, ¿tú eres…?
  -¡Oh, no! - me interrumpió - yo no soy una Protectora, soy una Buscadora.
  -¿Y cuál es tu papel en toda esta historia?
  -Mi misión, junto con otros dos Buscadores, es encontrar a los doce Protectores Blancos - explicó - aunque ahora es imposible - parecía muy apenada así que le cogí la mano para tratar de consolarla, y ella me apretó con firmeza.
  -¿Por qué dices eso? - pregunté sin soltarle la mano.
  -Por que tres de ellos fueron asesinados y otros dos se pasaron al lado del mal, ahora solo quedan seis ya que te he encontrado a ti, y hasta que no los encontremos la vida de cada uno de ellos peligra.
  -Pero para eso ya hay otros Buscadores ¿no?
  -Somos tres Buscadores en total, ya que mataron a los otros dos… - en esta parte la voz se le fue y le salieron algunas lágrimas que yo le retiré rozando su mejilla delicadamente con mi mano - así que no damos a basto, y además hay muy pocas pistas sobre donde se pueden encontrar a los demás Protectores. Ahora debo llevarte con Las Autoridades Superiores para que te enseñen a combatir contra los Asesinos Oscuros. No hay tiempo que perder.
  -No, de ninguna manera, no voy a alejarme de ti. Te ayudaré a buscarlos.
-¿Qué? ¿De veras estás dispuesto a ayudarme? – preguntó sorprendida

Lo pensé un pequeño instante. Si me iba con las Autoridades la perdería hasta que volviera a encontrar a otro Protector o, en el peor de los casos, la perdería para siempre si un maldito Asesino se la llevaba por delante. No podía permitir ninguna de las dos cosas y menos la segunda si estaba en mis manos impedirlo.

  -No quiero ir con las Autoridades, quiero ayudarte a encontrar al resto de los Protectores - dije sin pensármelo dos veces.
  -No puedo hacer eso, tengo que llevarte allí para que aprendas y te entrenes y…
  -¿Y si yo no quiero? ¿Y si simplemente quisiera seguir con mi vida normal?
  -No…, no lo sé. Pero, Nathan… ¿de verdad estas dispuesto a dejarlo todo para venir conmigo? - preguntó preocupada por mí -. Es muy arriesgado y no tienes la preparación adecuada y…
  -Me da igual lo que opines, si no me dejas acompañarte por las buenas, te seguiré a donde vayas - corté.
    Nos quedamos un momento en silencio.
  -Vale – accedió – pero te tendré que ensañar a controlar tus poderes y… – hizo una pausa – hay algo que quiero saber.
  -Lo que sea – respondí.
  -Antes, en la biblioteca... cuando hablabas con Matt... había algo que me tenías que decir y que...
  -Te quiero – solté de repente.
  -¿Perdona? – dijo asombrada.
  -Que estoy enamorado de ti desde el momento en que la directora nos presentó, desde que vi tus hermosos ojos y tu pelo y...y te quiero – al momento de decirlo noté como las mejillas me ardían – Vale, ya lo ha dicho. ¡Puff! – ¿En serio acababa de decir todo eso?
  -¡Vaya que si lo has dicho! – dijo ella – Pero verás, es que tú y yo no pod...
- No le dio tiempo a terminar la frase porque algo tiró de mí hacia ella y la distancia que había entre nuestros rostros desapareció cuando posé mis labios sobre los suyos.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos y yo puse los míos alrededor de su cintura.
Llevaba mucho tiempo esperando este momento y, por fin, había llegado.
Cuando nos separamos ella suspiró.
  -Te quiero.
  -Y yo a ti – respondí sonriendo.
Esta vez fue ella quien acercó sus labios a los míos
  -Ejem, ejem tortolitos, – la voz de Cris hizo que nos levantáramos de un salto – nos vamos a dar una ducha, pero veo que vosotros dos tenéis cosas mejores que hacer… – dijo con una amplia sonrisa dibujada en su rostro.
Oí a Matt y a Paula soltar una carcajada detrás de Cris y Luna y yo nos pusimos rojos como tomates aunque también nos reímos.
Pero tan solo yo me percaté de que Víctor estaba apoyado en un árbol, con la cara seria y cruzado de brazos.
Luna siguió la dirección de mi mirada y se estremeció.
La agarré por la cintura con un brazo y la atraje hacia mí.
  -¿Estás bien? – susurré de forma que sólo ella pudiese oírme.
  -Sí, no pasa nada, – murmuró – estoy bien - aunque su voz indicaba que estaba asustada.
  -Vale – dije, esta vez en voz alta – me voy a la ducha.
Fuimos todos en silencio hasta el edificio.
Matt y yo íbamos delante, seguidos de Luna y Paula, detrás Cris y un poco más alejado iba Víctor.
Cuando las chicas entraron en su habitación Víctor rompió el silencio.
  -Creo que deberías enseñarme el reformatorio – dijo mirándome a los ojos.
  -Tienes razón. Quedamos después de la ducha, un rato antes de la cena en el hall. ¿De acuerdo?
  -Vale. Hasta luego – dijo dejándonos a Matt y a í en la puerta de nuestra habitación.
  -Es un poquito raro, ¿no crees? – me preguntó Matt.
  -La verdad es que sí, un poquito mucho.
Nos miramos y sonreímos
Cuando entramos en la habitación llegó el no deseado interrogatorio de Matt.
  -¿Qué?  Ya se lo has dicho, ¿eh? Y por lo que veo, se lo ha tomado bastante bien – dijo partiéndose de risa.
  -No ha sido como me esperaba – confesé.
  -Pero ha ido bien, ¿verdad? O, al menos, eso parecía – se volvió a reír.
  -Paso de ti, me voy a la ducha – dije.
  -Vale, vale.
Cogí ropa limpia y me fui al baño a ducharme.
Mientras me caía el agua caliente recapacité sobre lo que había pasado esa tarde. Luna me quería, no me había apartado cuando la había besado; todo lo contrario, me había devuelto el beso.
Eso era bueno, ¿verdad? Suponía que sí.
A los 20 minutos bajé al hall y ahí estaba Víctor, pero no estaba solo. Junto a él estaba Luna y no parecía estar divirtiéndose precisamente. Tenía una expresión muy seria dibujada en su rostro; en cambio el de Víctor tenía una sonrisa burlona.
Me acerqué sigilosamente, sin que se dieran cuenta y escuché lo que parecía ser la última parte de su conversación.
  -Si de verdad le quisieras, tendrías más cuidado y no te dejarías guiar por tus sentimientos como haría cualquier adolescente en plena edad del pavo – decía Víctor con voz burlona – Pero como no es mi problema... además yo me ocuparé de ello, ya sabes que es mi trabajo.
Luna estaba a la vez confusa, furiosa, triste e… ¿impotente? Se la notaba en la cara. Dio media vuelta y se marchó  a la biblioteca.
Me acerqué hasta Víctor que aún sonreía.
  -Hola – saludé - ¿estás listo para el “tour” por el reformatorio?
  -Totalmente – contestó muy convencido.
  -Vale, empezaremos por la planta baja...
Y, de nuevo, le llevé por los mismos lugares por los que había llevado a Luna días atrás, sin olvidar la biblioteca.
 Cuando salíamos por la puerta de la biblioteca me atreví a hacerle a Víctor la pregunta que había estado deseando formular desde que le había visto hablando con Luna.
  - ¿De qué conoces a Luna?
  -¿Por qué lo preguntas? - preguntó sin contestarme.
  - Eso no es una respuesta - repliqué.
  - Ni lo tuyo tampoco - dijo con una sonrisa burlona.
Estuvimos un momento en silencio mirándonos, pero al final contesté:
 - Os vi hablando antes en el hall - expliqué -, parecía que os conocíais de antes.
  - Es que nos conocemos desde hace mucho.
  - ¿Y eso? - pregunté.
  - Nuestros padres eran muy amigos cuando nosotros éramos pequeños - explicó
  - ¿Eran? - seguí preguntando.
  -  ¡Eh, eh! Ya me toca a mí preguntar ¿no crees? - Se quedó pensando un momento y al fin preguntó -. ¿Por qué estás aquí?
  Su mirada me atravesó y me entró un escalofrío, pero aún así no me dejé intimidar.
  - No me gusta hablar de ello ¿Y tú? - dije manteniendo la mirada fija en él - ¿Qué has hecho para estar aquí?
  - Te voy a contar lo esencial: asesiné a una persona - dijo con toda la frialdad del mundo, como si no le afectara para nada, como si no importara. Esta vez si que me dio un escalofrío y me alegré de que al final del pasillo aparecieran Cris y Matt, si no, seguramente hubiera echado a correr en busca de algún lugar donde hubiera gente.
  - ¡Por fin! - gritó Cris - Os estábamos buscando.
 Esbocé una sonrisa al escuchar a Cris, ella seguía igual que el día en que la conocí. Era…, simplemente Cris.
 Fuimos al comedor y cuando llegamos a la mesa con la bandeja en la mano aparecieron Luna y Paula por la puerta.
 Para cuando llegaron ala mesa con la comida estábamos sentados en un lateral Matt y yo y en el otro Víctor y Cristina. Paula fue directa a sentarse junto a Cris, por lo que Luna no tuvo más remedio que sentarse junto a mí.
No sabía si eran imaginaciones mías o si era cierto pero Luna evitaba mis miradas y que habló conmigo poco y los más fríamente posible.
 Cuando acabamos de cenar, dijeron que iban a dar un paseo pero Luna se disculpó:
  - Yo no voy, estoy muy cansada, yo me subo a la habitación.
  - Te acompaño, yo también estoy cansado - me ofrecí.
  - No, Nathan, en serio, no hace falta que…
  - No me importa, vamos - dije sonriendo, aunque ella no me delvovió la sonrisa, pero por lo menos cedió y finalmente subimos los dos juntos hasta las habitaciones en silencio.
  Una vez en su puerta, le pregunté:
  - ¿Podemos hablar?
  - Claro - contestó algo indecisa -, pasa - dijo invitándome a entrar en su habitación.
  - ¿De que quieres hablar? - preguntó ya dentro.
  - ¿Qué te pasa? ¿Por qué te comportas así conmigo?
  - Yo no me… - comenzó a decir.
  - No me digas que no te comportas como si no me conocieras. Ayer me devuelves el beso y hoy ni me miras. ¿Tiene esto algo que ver con la conversación que has tenido con Víctor?
  - ¿Cómo? ¿Nos estabas espiando? ¿Escuchaste nuestra conversación a escondidas? - casi chilló Luna.
  - No, solo escuché la última parte, lo de que tenías que tener cuidado - expliqué - ¿Y además por qué no me dijisteis que fuisteis amigos de pequeños?
  - Por que fue hace mucho tiempo de eso y todos hemos cambiado, demasiado - dijo en tono cortante.
  - ¿Cómo qué habéis cambiado? ¿Te refieres a que él está aquí por que asesinó a una persona…?
  - ¿No sabes qué es, verdad?
  - Te refieres a que es un…
  - Sí, un Asesino de la Oscuridad, Víctor es uno de ellos, y ha venido a por ti - afirmó Luna.

Perdón por haberos hecho esperar tanto, esperamos que os guste. un besazo¡

martes, 13 de septiembre de 2011

Titulo del libro

Hola a tod@s:
 A ver, hemos pensado en un título para el libro, pero nececitamos vuestra opinión
Hemos pensado que se titule <<La Marca>> por lo de la marca de Nathan en el brazo.
¿Qué os parece? Dadnos vuestra opinión por favor
Un beso para todos,
Alicia y María
                                  

martes, 2 de agosto de 2011

CAPITULO 4


  -¿Qué quieres? - le pregunté a Matt
  -Nada, solo hacerte compañía, te vas a ir el domingo y no sé, me parece que está bien que pase más tiempo contigo, eres el único amigo que he tenido en toda mi vida - respondió tranquilamente. Yo me quedé atónito, había sido su único amigo, y la verdad es que él también era mi mejor amigo y, en este momento, el único amigo, nunca había confiado tanto en nadie ni lo había pasado tan bien con nadie; excepto con… no, pero eso no tenía nada que ver, eso no había sido solo amistad.
  -Pues, ahora que lo comentas, tú también has sido mi único y mejor amigo; claro, sin contar con las chicas (Cris y Paula); y me alegro de que hayas sido tú y no cualquier otro - era absolutamente verdad, de pequeño tuve varios amigos con los que jugaba al fútbol, a la play, vamos; con los que pasaba los ratos, pero Matt era un amigo de verdad de esos con los que puedes contar durante toda la vida y nunca te decepcionan.

 Nos dimos un abrazo, de los de verdad, de los que quieres que duren para siempre porque lo estás compartiendo con una persona verdaderamente importante para ti y a la vez sabes que tú también eres importante para esa persona.
 Cuando nos separamos, estuvimos sentados, supongo que él estaría pensando, como yo.
 Tenía tantas cosas en las que pensar… primero, lo que me había dicho Luna; segundo, que me marchaba el domingo y aunque este sitio no sea lo mejor de lo mejor, los amigos que tenía aquí sí lo eran y no me quería despedir de ellos; tercero, Luna me gustaba y o se lo decía en esta semana y, por lo menos me iría con una respuesta, o podía callármelo, ya que seguramente no podríamos tener  una relación seria ni aquí ni fuera de aquí, y cuarto, que será de mí fuera de estas paredes.

  -Ya que estoy aquí, podemos hablar de todo un poco, ¿verdad? - preguntó como si lo de antes no hubiera pasado.
  -Sí, claro, ¿de qué quieres hablar?
  -Bueno… ¿qué hacíais aquí Luna y tú? - pregunto con su típica curiosidad pintada en el rostro.
  -La directora me dijo que le tenía que enseñar a Luna la biblioteca, eso es todo - contesté con voz cansada.
  -Sí, claro - murmuró.
  -Venga, ¿no pensarás que…? Ya estamos otra vez. No estábamos haciendo nada fuera de lo normal que se hace en una biblioteca - insistí.
  -Venga tío, admítelo. Pasáis mucho tiempo a solas; cuando le enseñaste el reformatorio, el otro día en la habitación, ahora en la biblioteca; y si no estáis a solas, intentáis separaros del grupo, como esta mañana - dijo.
  -Vamos, si ni siquiera sabe que estoy enamorado de ella - confesé.
  -¿Qué? ¿Cómo? - casi gritó - ¿Qué todavía no le has dicho nada a Luna?
  -¿Decirme qué? - no me dio tiempo a negar a la pregunta de Matt, la voz de Luna se escuchó al final del pasillo.
  -Eh… esto… nada - ¿y ahora qué decía? - ¿Y tú que haces aquí? ¿No estabas con Paula y Cristina?
  -Sí, pero me dejé la chaqueta - dijo señalando la chaqueta azul clarito que había en el respaldo de la silla en la que Matt estaba sentado.
  -Ah, toma; aquí la tienes - dijo Matt entregándole la chaqueta - Bueno, yo… yo me voy un momentito al baño. Aprovecha ahora para decírselo - me susurró Matt al oído antes de marcharse y dejarme con el marrón a mí.
  -Gracias Matt - Luna se volvió hacia mí - Nathan, ¿qué me tienes que decir?
  -Esto… - no me salían las palabras adecuadas, así que me rendí -  nada, no tiene importancia - ¿Qué no tenía importancia? Ja.
  -Vale, me vuelvo con Paula y Cris que como tarde un segundo más se pondrán histéricas. Pero prométeme que me lo contarás - dijo muy seria.
  -Te lo prometo - le contesté.
  -Vale, y respecto a la conversación de antes, en cuanto consiga deshacerme de toda compañía te buscaré para seguir hablando.
  -Sí, por favor - rogué. Necesitaba acabar la conversación anterior.

 Luna se dio media vuelta y me quedé mirando como se alejaba por el pasillo.
Al minuto o así llegó Matt.

  -¿Bueno qué tal?
  -Fatal, la he prometido que se lo contaría en otro momento.
  -¿Qué se lo contarás en otro momento? Tío, era el momento perfecto ¿Por qué no se lo has dicho? - dijo volviendo a sentarse en la silla de al lado.
  -Es que me he quedado… como bloqueado. No sé que me ha pasado - admití.

Hubo un largo rato de silencio que al final Matt acabó rompiendo.

  -No sé por que te bloqueas tanto, pero te voy a decir una cosa, si Luna te gusta, si de verdad estás enamorado de ella, díselo, porque la vida son dos días, el primero para elegir con quien quieres terminar de vivirla y el segundo para vivirla con esa persona especial; y si tú ya la has encontrado, es hora de que ella te encuentre a ti. Bueno, me voy a buscar a las chicas ¿te vienes? - me había dado el sermón y ya está, se largaba, siempre lo mismo, te decía una reflexión muy profunda y ¡puff! cambiaba de tema como si no hubiera pasado nada. Habría que seguirle el juego ¿no?
  -No sé, necesito tiempo para pensar.
  -¿Pensar? ¡Llevas tres días sin parar de pensar! Vamos, vente - insistió.
  -Ve tú, ahora os alcanzo.
  -Vale, pero no tardes mucho. Estaremos por la zona del lago - añadió antes de marcharse.

 Toda la biblioteca se quedó en silencio cuando Matt se marchó.

 ¿Y ahora que le diría a Luna? ¿Le contaba que estaba enamorado de ella o me inventaba una excusa creíble? Matt tenía razón, se lo tenía que contar, pero ¿cómo? Te quiero: esas dos palabras que se me atragantan cada vez que pienso en decirlas. Tenía miedo de decirlas, eso era todo, y hacía tanto que no las decía que, directamente, no me salían, desde hacía dos años casi ni las pensaba.
 Por otro lado, también estaba lo que ella me tenía que contar. Eso de:”la pregunta no es ¿qué te pasa?, si no ¿qué eres?” Tenía muchas dudas.
¿Y si realmente yo no era quién creía que era?
¿Y si no era simplemente un chaval en un reformatorio?
Y lo más importante: ¿y si yo fuera realmente el causante de su muerte o desaparición o lo que fuera que la había pasado? Jamás podría perdonármelo.

Entonces volví a recordarlo todo:
<<Estábamos en el penúltimo día del campamento de verano. Esa noche había sido la fiesta de despedida y nosotros estábamos fuera del albergue donde dormíamos, en la orilla del río. Ella llevaba un precioso vestido verde, del mismo color que sus brillantes ojos.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos y apoyó su rubia cabeza en mi hombro, entonces yo rodeé su cintura con mis brazos y, en ese preciso instante en el que sus labios rozaron los míos hubo un pequeño destello dorado.
Ese pequeño destello se la llevó, no sé como ni a donde, pero se la llevó. Desapareció, no hubo ni rastro de ella. Grité desesperado, pero todo el mundo estaba demasiado entretenido en la fiesta>>.

 Una lágrima de tristeza rodó por mi mejilla. Me la limpié con un pañuelo, esa y las que siguieron.
Ella no estaba. Me había quedado solo y, por si eso fuera poco, ahora me sentía culpable de su desaparición.
Seguí pensando durante un buen rato. ¿Y si la policía tenía razón? ¿Y si yo era el culpable de su desaparición? No de la manera en la que ellos creen, pero de todas maneras, culpable, ¿y si tuvo que ver con los “superpoderes” que tengo? No estaba seguro, pero fue tan raro que me creería cualquier cosa. Desapareció sin aviso.
Pero yo no podía ser el culpable ¿verdad? ¿Por qué iba yo a querer que desapareciera si ella lo era todo para mí? Era de locos.

  -Hola otra vez - saludó Luna sentándose a mi lado  y sacándome de mis pensamientos.

 No sabía cuanto tiempo había estado pensando en la biblioteca, pero por lo visto, el suficiente para que Luna viniera a ver que me pasaba.

  -Hola - susurré sin muchas ganas.
  -He venido porque todos estábamos preocupados por ti y Matt me ha dicho que viniera yo a ver que te pasaba - Matt, como no, no había sido por propia iniciativa -. ¿Que te pasa? Tienes mala cara - preguntó preocupada.

No respondí enseguida,
¿Que qué me pasaba? Puf, me pasaban tantas cosas…
 Primero: llevaba dos años sintiéndome culpable por la desaparición de Lisa, impotente por no poder hacer nada para encontrarla; ella lo había sido todo para mí y desapareció sin dejar rastro.
 Segundo: este domingo cumplía dieciocho años y me largaba de aquí, me tendría que despedir de todos mis amigos para ir a otro lugar a empezar de cero.
 Y tercero, lo más complicado: Luna y lo que ella sabía sobre mis “superpoderes”. Por un lado estaba ella, que me gustaba, parecía entenderme y comprenderme mejor que nadie, aunque no tenía la suficiente confianza con ella como tuve con Lisa, pero aún así estaba muy enamorado, habría hecho cualquier cosa por protegerla y cuidarla, por demostrarle mi amor. Pero no sabía si ella sentía lo mismo por mí, esa era una de las pegas.
Y luego también estaba lo que ella sabía sobre que era o quien era o lo que me pasaba, en fin, que tenía todas las respuestas a mis preguntas fueran de amor o de “superpoderes”.

Me puse frente a ella y la miré fijamente a sus preciosos ojos azules, que me  cautivaban con su color y sentimientos. Ella me devolvió la mirada, me cogió la mano y me susurró:
  -Tengo que decirte algo.
 Asentí levemente. Sabía que no debía interrumpirla, que lo que me iba a decir no iba sobre amor, si no sobre otra cosa más importante en este momento.
  -Pero antes - prosiguió - prométeme que te quedarás hasta que termine.
  -Vale, - dije - lo prometo.

Un suspiro se escapó de entre sus labios.
  -Es muy largo de contar - comenzó -. Hay un tipo de personas que, por así decirlo, nacen con… habilidades especiales - siguió escogiendo cada palabra con mucho cuidado - tienen más resistencia física que el resto de personas, pueden correr más rápido, hasta volverse invisibles - dijo todo esto casi en un susurro como intentando que no la escuchara - y algunas habilidades más -me miró indicándome si tenía alguna pregunta o seguía con su discurso.
  -Bueno ¿y qué son? - pregunté un poco extrañado, ya que yo nunca había creído demasiado en criaturas sobrenaturales.
  -Son… Protectores Blancos. Existen desde el principio de los tiempos y su deber es proteger a los humanos de criaturas… malvadas.
  -¿Qué tipo de criaturas?
  -Asesinos de la Oscuridad. Son, como te he dicho antes, criaturas malvadas, les encantan la muerte, la destrucción, todo lo malvado y retorcido que existe, y solo desean hacerse con el control de este mundo para ver sufrir a todo ser vivo.
  -Y si todo lo que me estás contando es verdad, ¿yo que tengo que ver? - era una pregunta tonta, estaba seguro de que yo era uno de los protectores esos, pero aún así, necesitaba su respuesta.

 No llegó a contestar a la pregunta porque llegaron todos los demás con un chico que no había visto nunca en el reformatorio.
  -Vamos a jugar un partido - dijo Paula con un balón de baloncesto entre las manos - ¿os apuntáis?
  -Bueno… no sé, no me apetece mucho - intentó escaquearse Luna.
  -Anda, no seas tonta, vente, - dijo Cris - nos lo pasaremos bien.
  -Vale… - contestó Luna al final.
  -Por cierto, - intervino Matt señalando al chico que venía con todos - este es Víctor.

 Me fijé en el chico. Era alto, más o menos como yo, rubio, y con los ojos verdes, un verde demasiado familiar. Me recordaba a una persona a la que no quería recordar.
 Al verlo Luna se estremeció.

  -Yo soy Nathan - dije tendiéndole la mano que estrechó con demasiada firmeza mientras me respondía.
  -Encantado, soy Víctor.
  -Esta es Luna - la presenté cogiéndola de la mano  y tirando de ella hacia mí para darla confianza. 
  -Hola - saludó Luna tímida y desconfiada, sin separarse de mí ni acercarse a Víctor un milímetro.
  - Hola ¿Qué hay? - respondió él sin muchas ganas mientras ambos se estudiaban con la mirada.
  -La directora nos ha mandado que te le presentemos y que te digamos que tienes que le tienes que enseñarle el reformatorio. Como hiciste con Luna - explicó Matt.
  -Ah, pero es que ahora me viene muy mal, tengo que terminar de estudiar para el examen de mañana - dije intentando escaquearme - y, además, ¿no ibais a jugar al baloncesto?
  -Sí, pero tú también vienes ¿no? - preguntó Paula.
  -La verdad es que… - comencé a decir.
  -Vamos Nathan, nos lo pasaremos bien y, además, así te despejas un poco y luego estudias mejor - insistió Luna con mirada suplicante sin soltarme todavía la mano.
  -Vale, pero solo un rato - cedí, no me podía resistir a la mirada suplicante de Luna.
  -¡Bien! - chilló Cris y salió de la biblioteca seguida de todos, incluida Luna que se había soltado de mi mano y ahora caminaba junto a Paula.

Me di cuenta de que me había quedado un momento solo en la biblioteca y eché a andar hacia el campo de baloncesto.

 Después de ponernos el chándal, compuesto por un pantalón corto gris y una camiseta de manga corta, para los chicos, y de tirantes, para las chicas, azul clarito, subimos a jugar.
 Cris hizo los equipos a su antojo y nadie la contradijo, aunque yo observé que Luna estaba un poco incómoda por que tenía que ir con Víctor, el nuevo, pero ella no dijo nada.

Los equipos eran así: Matt, Cris y Nathan, yo, éramos el equipo uno y Paula Víctor y Luna, el equipo dos.

 Saltamos Víctor y yo, ya que éramos los más altos de cada equipo. Cuando empezamos a jugar todos nos quedamos boquiabiertos al ver como manejaba el balón  Luna.
 Cuando lo cogía era imposible quitárselo, pero por intentarlo no pasaba nada, así que corrí hacia ella y cuando pensaba que se iba a chocar contra mí, me esquivó y siguió corriendo hasta meter otra canasta.

Cuando pasó por mi lado para bloquear un posible pase de Cris para mí, murmuró:
  -¿De verdad quieres saber qué tienes que ver con toda esa historia?

 No me dio tiempo a responder porque salió corriendo para quitarle el balón a Matt.
 Y esta vez, en vez de tirar ella, le pasó el balón a Cris para que metiera canasta, que de casualidad marcó.
 Volvió a acercarse a mí y me susurró al oído:
  -Tú eres un Protector Blanco.  

viernes, 1 de julio de 2011

CAPITULO 3

Otra vez la misma canción de todas las mañanas y no en sentido figurado, todas las mañanas ponían la misma melodía para despertarnos.
 Lunes, siete y media de la mañana y... otra vez a clase. Como todas las semanas, bueno, no como todas, esta era distinta porque Luna estaba en el reformatorio.
 Estaba más animado que en el fin de semana. El día anterior había llegado a una conclusión: no iba a hacer  nada (por lo menos de momento), si Luna me quería ya hablaría con ella y si no pues nada. No iba a dejar que otra chica fuera mi “todo” en la vida, porque eso ya me pasó una vez, y cuando se marchó dejó un vacío espantoso que solo logré llenar con sus recuerdos y al hacerlo lo pasé peor. Ya han pasado dos años desde que ocurrió todo y todavía no he logrado olvidarla, ya no tengo ese vacío tan… vacío porque aquí Matt, Paula y Cris ocupan la mayor parte de ese espacio en blanco y lo convierten en colores.
 Esta será la ley de mi corazón a partir de ahora: no dejes que alguien sea tu “todo” porque cuando se vaya no te quedará nada.

Me levanté de la cama y fui directo a despertar a Matt.
  -Vamos, Matt - dije intentando despertarle - ¡Hora de despertarse!- grité antes de tirarme encima suya.
  -¡Oh, no! - se quejó - ¡Otra vez no! ¿No eres ya mayorcito para hacer esto?
  -Puede ser, pero... no importa - dije riéndome mientras me levantaba - O te levantas ya o me vuelvo a tirar - amenacé.
  -Vale, vale, ya voy - dijo confundido - pero… ¿cómo es que estás de tan buen humor?

 No respondí, solté una carcajada y me fui a duchar.
 Bajamos a desayunar con las chicas y después fuimos corriendo a clase ya que casi no nos daba tiempo.
  Las horas de clase pasaron muy lentamente y los 15 minutos de recreo no es que fueran de mucha ayuda para descansar de las tres clases anteriores y prepararte para las tres siguientes.
  Cuando por fin sonó el timbre que marcaba el final de las clases salí pitando de clase para encontrarme con los demás en el vestíbulo. No es que me alegrara mucho ya que no podía salir del reformatorio, así que salir de clase solo era una libertad relativa aquí dentro.
  Ya estaban todos en el hall cuando llegué, ya que mi aula era la más alejada, los saludé y nos fuimos a comer.


  -Bueno… ¿y cuando es la fiesta? - me preguntó Matt en la comida.
  -¿Qué fiesta? - dije confundido. ¿Desde cuando había una fiesta?
  -Vamos Nathan, - intervino Cris - a finales de semana es tu cumpleaños, ¿no creerás que no vamos a montarte una fiesta? 
  -Venga chicos, no hace falta que…
  -Oh, claro, ¡sí hace falta que te hagamos una fiesta! - exclamó Paula -, además, será la última.
 
 Es verdad, no me había dado cuenta, el sábado era mi cumpleaños, cumpliría dieciocho años y saldría de allí y me llevarían a…
  -¿Por qué la última? - preguntó Luna un tanto preocupada.
  -Nathan cumple los 18 y lo sacan de aquí - respondió Cris volviéndose hacia ella.
  -¡Oh! - exclamó la chica pelirroja.
  -Vale, pues habrá fiesta - gritó Matt - ¡La mejor fiesta de la historia de este reformatorio!
 Todas las miradas del comedor se posaron en él y todos menos Luna nos echamos a reír.
 Cuando salimos del comedor advertí que Luna estaba muy seria desde que mencionamos mi fiesta; de hecho, iba la última, pensativa y cabizbaja; así que decidí ponerme a su lado.

  -¿Qué te ocurre? - pregunté -  has estado muy seria durante toda la comida.
  -No, esto… no me pasa nada - estaba a punto de llorar - no importa.
  -Vamos, cuéntamelo - dije, y entonces se le escapo una lágrima que yo recogí suavemente -. No quiero verte triste y me gustaría ayudarte, si tú me dejas. Somos amigos ¿no?
  -Sí, claro, verás es que… - bajó la vista y se sonrojó levemente - eres la primera persona que conocí al llegar aquí y si te vas pues…
  -Vamos, tienes a Cris, a Paula, a Matt y… - ¿de verdad estaba triste porque yo me iba? ¿Me querría? De momento no estaba seguro, así que no iba a arriesgarme, de momento; iba a poner un muro que no me dejara demostrar que ella si me gustaba.
  -Ya, pero no es lo mismo porque yo... - tartamudeó - yo…
  -¡Vamos, que os quedáis atrás! - era la voz de Cris.

 Y era cierto, nos habíamos parado para hablar y los demás ya estaban saliendo a la parte delantera.
 Anduve junto a Luna hasta llegar al exterior.
  -Si quieres luego seguimos la conversación - le dije justo antes de llegar a la altura de los demás.
  -¿Qué hacíais? - preguntó Paula.
  -Nada, solo estábamos hablando y nos hemos distraído - nos disculpé, ya que Luna todavía estaba triste y se veía que no tenía ganas de hablar con nadie.
  -Vale, ¿y a dónde vamos ahora? - preguntó Matt.
  -Podríamos ir a... - comenzó a decir Paula.
  -Señor Redfield, señorita Auguste - era la directora.
La directora posó su mano en mi hombro y en el de Luna
  -¿Podrían acompañarme a mi despacho un momento, por favor?
  -Sí, claro - contesté mirando a Luna que tampoco entendía nada.
¿Y ahora que habíamos hecho?
  -Luego nos vemos… - nos despidió Paula mientras se marchaba con los demás.

La directora nos llevó directamente hacia su despacho y noté como todos los alumnos que había en el hall se quedaron mirándonos.
Cuando llegamos, Drina nos hizo tomar asiento y nos ofreció algo de beber  pero ambos lo rechazamos.

  -Le ha enseñado todo a la alumna nueva - se dirigió a mí - ¿no es así, señor Redfield?
  -Sí, eso creo - respondí tímidamente.
  -Bueno, ¿usted que opina, señorita Auguste?
  -Que sí, que me lo ha enseñado todo muy bien y también me ha integrado en su grupo y le estoy muy agradecida - dijo Luna tímida pero ya más contenta que antes.
  -¿Le ha enseñado también la biblioteca? - ahí me había pillado, ni se me había pasado por la cabeza ese lugar -. A los estudiantes se os suele olvidar ese tipo de lugares.
  -Pues… tiene razón - admití - se me ha olvidado. En cuanto pueda iré a enseñársela.
  -Bien, y me gustaría que le enseñase el reformatorio a otro alumno que entrará dentro de unas horas - dijo como si fuera un orden y no una petición -. Creo que su caso es parecido al suyo, así que a lo mejor puede ayudarle antes de que usted se marche a finales de semana.
  -Eh… claro, le enseñaré todo el reformatorio, incluso la biblioteca - dije confuso. ¿Su caso era parecido al mío? Lo dudaba, pero bueno, tendría que preguntarle en cuanto le conociera; si su caso de verdad era parecido al mío a lo mejor me podría ayudar.
  -Muchas gracias. Y ahora márchense y espero no verles muy a menudo por mi despacho, sobre todo usted; Luna.
  -Adiós, directora Drina - nos despedimos ambos cuando salíamos por la puerta.
  -Me parece que te tengo que enseñar la biblioteca - dije a Luna cuando estábamos en el pasillo y la conduje hasta allí.
 
 Llegamos a la puerta de la biblioteca. Aquella enorme y vieja puerta por la que pasaban tres personas al año.
 Recordé la última y única vez que había estado allí, cuando la directora mandó a Paula que me enseñara el reformatorio cuando llegué.

  -Esto es la biblioteca - dije señalando la puerta.
  -¿Se puede pasar? - preguntó.
  -Sí, claro, adelante - contesté abriendo la puerta.

 Era una sala muy grande, ordenada y llena de polvo; ya que al no tener muchos visitantes no la solían limpiar. Había bastantes estanterías llenas de libros (creo que inservibles aquí dentro). Tenía dos pequeñas ventanas al fondo, por lo que era bastante oscura si no encendías la luz; cosa que nadie hacía desde hace años.
 En ese momento la biblioteca estaba vacía,  hasta la bibliotecaria se había ido, no había nadie; la gente del reformatorio quedaba claro que no se tomaban muy en serio los estudios.

 Estuvimos paseando entre los enormes bloques de libros mientras le enseñaba donde estaba cada sección, era muy fácil ya que había un cartelito que lo decía al principio de cada una, y cuando acabamos y estaba a punto de salir por la puerta me di cuenta de que Luna no me seguía.
 Retrocedí sobre mis pasos y vi a Luna en la sección de historias y leyendas intentando sacar un libro.
 De repente la estantería se tambaleó. Acto seguido estaba corriendo hacia Luna y entonces, en tan solo unas milésimas de segundo, me di cuenta de que protegía a Luna de los libros que caían y, encima, los golpes de los libros no me dolían lo que yo suponía que tenían que doler.
 Me levanté y, con Luna en brazos, llegué a una amplia mesa situada al final del pasillo que formaban las estanterías.
 Deposité a Luna allí.
  -¿Estás bien? - pregunté preocupado mientras me recorría con la vista en busca de una herida y me di cuenta de que me picaba la zona del codo izquierdo, me debía de haber llevado un golpe allí.
  -Sí, sí. Gracias por salvarme. ¿Y tú, estás bien? - preguntó interesada al ver que no tenía ninguna herida.
  -Sí, la verdad, no se como he sobrevivido pero estoy intacto - contesté contento. Entonces vi un atisbo de entendimiento en sus ojos, ese mismo atisbo de entendimiento que la veía cada vez que yo hacía algo… por así llamarlo “sobrenatural”, como si comprendiera  por qué me pasan todas estas cosas. En ese momento lo entendí, supe que ella me ocultaba algo, estaba seguro de que ella sabía que me pasaba, por qué de repente tenía algo así como superpoderes. Nos miramos y ella entendió en mi mirada lo que había descubierto -. Tú lo sabes, ¿verdad? Sabes por qué puedo hacer todas esas cosas - dije medio acusándola medio preguntándola.
  Ella tan solo asintió.
  -¿Qué me está pasando? Vamos, el otro día salí corriendo del comedor a una velocidad que nadie podría alcanzar, esa misma noche; en la fiesta, me volví invisible y ahora, de repente, he aparecido encima tuya otra vez a una velocidad increíble y los libros que se me han caído encima no me han lastimado. Por favor, dímelo.
   Ella sostuvo mi mirada, no me contestó.
  -Vamos, por favor, Luna, necesito saberlo.
Me miró durante unos instantes. Estaba dudando si contármelo o no, yo lo veía en sus ojos color cielo.
  -Nathan, tengo que contarte una cosa - susurró preocupada - pero es muy importante que no se lo cuentes a nadie, bajo ningún concepto. Prométemelo.
  -De acuerdo, confía en mí, no se lo diré a nadie. Lo prometo, pero contéstame por favor: ¿Qué me pasa?
  -No te pasa nada. La pregunta que te debo contestar no es que te pasa sino que eres - respondió tranquila, con su mirada fija en mí. Era la primera vez que la veía tan segura de sí misma.
  -¿Qué soy? - pregunté al ver que no proseguía mientras unos pasos se acercaban a nosotros.
  -¡Hola! - saludó Cris - ¡Chicos, están aquí!
 
 Luna y yo cruzamos una mirada de entendimiento. No podía comentar nada hasta que volviéramos a estar a solas.
 
  -¡Hola! - saludó Matt.
  -¿Qué ha pasado aquí? - preguntó Paula al ver los libros que habíamos dejado tirados en el suelo.
  -Se me acaba de caer la estantería entera porque he intentado coger un libro para el trabajo de Historia y estaba demasiado alto - se justificó Luna.
  -Pues en ese caso te ayudamos a ordenarlos y después nos vamos fuera a dar una vuelta.

 Lo ordenamos entre todos y a los veinte minutos ya habíamos acabado, estuvimos hablando de varias chorradas mientras los recogíamos y nos lo pasamos bien.
 Pero aún así yo estaba preocupado por lo que me había dicho Luna hace un momento ¿qué se suponía que era yo? Mi respuesta hubiera sido: un chaval de diecisiete años que estaba encerrado en un reformatorio porque le habían acusado de una desaparición, pero que no tenía nada que ver; todo lo contrario, esa persona lo era todo para él y desapareció sin dejar rastro, literalmente.

 Volvimos a la mesa en la que había dejado a Luna después del accidente con los libros y casi no nos dio tiempo a sentarnos a ninguno cuando comenzó Cristina a hablar.

  -Venga vamos a dar una vuelta - dijo Cris en cuanto terminamos de colocar todo. Matt y Paula se levantaron y la siguieron hacia la salida y al ver que Luna y yo no la seguíamos añadió -. Iba por todos ¿eh?
  -Pero ¿qué pasa? ¿Qué vosotros nunca estudiáis ni hacéis los trabajos? Yo si estoy aquí es por algo - mentí. La verdad es que estábamos aquí porque la directora nos lo había mandado, pero ellos no lo sabían y además necesitaba terminar mi conversación con Luna.
  -Pero ¿es que la directora os ha lavado el cerebro o qué? Bueno, pues haz lo que quieras empollón - intervino Paula - Y tú Luna, ¿te vienes?
  -La verdad es que yo también debería quedarme para ponerme al día y eso… - intentó escaquearse ella.
  -Tú no te preocupes por eso, que luego te ayudamos Paula y yo - insistió Cris agarrándola de la muñeca y tirando de ella hasta ponerla de pie.
  -Bueno…, vale, pero no tardaremos mucho ¿verdad? - preguntó excusándose con le mirada, la conversación la tendríamos que acabar en otro momento.
  -Yo me quedo aquí con Einstein - declaró Matt sentándose a mi lado.
  -Venga, vale, pero no tardéis en salir o tendremos que volver a aquí y habré batido mi récord de pasar a la biblioteca - terminó Cris antes de volverse y salir de la biblioteca junto con Paula y Luna.

 Siempre igual, tenía que aparecer Cris, sola o acompañada, para cortarnos todas la conversaciones a Luna y a mí.
  Yo seguía dándole vueltas a la conversación con Luna, no tenía ni idea de a que se refería con qué era. Estaba tan concentrado que ni me había fijado que Matt estaba junto a mí intentando hablar conmigo hasta que carraspeó.