martes, 17 de enero de 2012

CAPITULO 7

En la comida nadie habló demasiado, Cris y Víctor no habían aparecido en el comedor. Se notaba la tensión en el ambiente,  nadie estaba bien.
 Paula no reconocía a su mejor amiga, y para colmo yo me iba al fin de semana sin saber si les volvería a ver.
 Matt estaba con el corazón roto en cuanto a Cris, y que yo me fuera tampoco era fácil para él.
 Luna estaba arriesgando mucho por mí, tal vez demasiado, si nos descubrían perdería su papel como Buscadora, la desterrarían. Conmigo seguramente hicieran lo mismo  pero a mí me daba igual, yo todavía no pertenecía a ese mundo por lo que  no podría añorarlo.
Y además al estar junto a mí, Luna corría más peligro porque todos los Asesinos irían a por mí y harían todo lo posible para conseguirlo, y eso incluía matar a Luna si se oponía o intentaba salvarme.

Cuando acabamos de comer Matt y Paula fueron en busca de Cristina para hablar con ella mientras que Luna y yo salíamos al exterior.
Llevé a Luna de la mano hasta mi claro favorito y nos sentamos uno en frente del otro. En ese momento me acordé de que por la mañana, cuando la había visto en ropa interior, observé que tenía un tatuaje y una cicatriz.
- Esto… esta mañana… cuando te he visto… - me ruboricé un poco - bueno, pues vi que tenías una cicatriz muy larga en la espalda.
- Sí ¿Qué quieres saber? - preguntó.
- ¿Cómo te hiciste la cicatriz?
- Fue en un combate hace año, Víctor apareció en a ciudad en la que me encontraba. Sólo quería venganza, así que me atacó sin que me lo esperara, y bueno, ese fue el resultado.
- ¿Venganza? – pregunté asombrado.
- La cicatriz de su cuello, ¿recuerdas?
- ¿Tú le hiciste eso?
Luna asintió sin decir palabra, tenía la mirada perdida en el arbusto de enfrente, estaba recordando lo sucedido, supuse.
  -Fue hace un año y pico, los tres nos encontramos en Londres, era la primera vez que coincidíamos en años, ellos habían cambiado, ya no eran los niños que conocí antes de la muerte de sus padres, desaparecieron cuando murieron, nadie sabía dónde.
  -¿Los tres? ¿Quién había aparte de Víctor y tú?
  - La hermana de Víctor, fue ella quién le ayudó cuando le dejé inconsciente, a un paso de la muerte, fue ella quien me rogó que le dejara vivir, por eso no acabé con él, por ella, por nuestra vieja amistad. Ahora me arrepiento, debía haber acabado con los dos allí mismo. Seguro que ella anda cerca, admirando a su hermano, ayudándolo a acabar con nosotros.
  - ¿Si antes eráis amigas… eso quiere decir que no eran Asesinos?
  - No, eran como tú, Protectores Blancos, y sus padres también, pero echaron la culpa de su muerte a los Protectores y decidieron acabar con todos y pasarse al lado Oscuro, por lo menos es o que me dijo Víctor en ese encuentro que tuvimos.
  - ¿Y cómo conseguiste acabar casi con él y hacerle la cicatriz? ¿Tenéis armas especiales o…? – pregunté pensando en espadas laser o algo así.
  - Espadas, normales y corrientes – contestó con una sonrisa, por lo menos no andaba tan desencaminado – Cada buscador tiene una, y a cada Protector se le asigna una dependiendo de las habilidades. Aprendemos a usarlas desde pequeños. Pero supongo que en tu caso y el de los demás Protectores perdidos…
  - La verdad es que con diez años fui el año entero a clases de esgrima, pero mis padres no lo veían mucha utilidad, así que no me volvieron a apuntar. Pero a mí siempre me ha gustado.
  - Bueno, por lo menos tienes una base. Voy a enseñarte a manejar la espada.
  - ¿Y porqué usáis espadas? ¿No es más fácil pistolas o… algún arma  más moderna?
  - Claro que es más fácil. Pero no sería honrado, y menos en una lucha que lleva librándose desde el principio de los tiempos.
  - Ah… - ¿y los asesinos lo respetaban? Sí que debía ser importante… ¿Cómo habíamos acabado hablando de las armas? Por la cicatriz. Y el tatuaje. -¿Y el tatuaje… tiene algo que ver?
  - Sí, es el símbolo de los Protectores – dijo levantándose la camiseta para enseñármelo – es una estrella de seis puntas con una espiral dentro, recuerda a un escudo. Todos los Buscadores llevamos tatuado uno desde los doce años, para que se sepa de qué lado estamos. Tócala – dijo tomando mi mano y guiándola hasta su cadera, cuando rocé su piel pegó un pequeño saltito, como si le fuera ha hacer cosquillas. El tatuaje estaba rugoso, como si sobresaliera de su piel. Aparté la mano despacio, dejándola más de lo requerido y ella se bajó la camiseta.
  - Si los protectores tenemos la marca de nacimiento y vosotros el tatuaje… ¿qué tienen los Asesinos?

  - También se tatúan, su símbolo es un arco y una flecha, y si eran Protectores que se han pasado al otro lado se les borra la marca, quedan desterrados. Pero eso ahora no importa, tengo que enseñarte a pelear.
  - ¿Me vas a enseñar ahora con… espadas? – ¿de dónde las pensaba sacar?
  - Sí, cuanto antes mejor, pero con unas espadas… improvisadas.
  - De acuerdo, pues empecemos ya – cuanto antes aprendiera a defenderme, mejor.
 Me puse en pie tendiéndole una mano que rechazó con una sonrisa traviesa mientras se levantaba de un salto.
Se recogió el pelo en un moño y algunos mechones cayeron alrededor de su rostro, haciéndola más guapa aún. Se dio la vuelta y se agachó a unos pasos a recoger dos ramas tiradas en el suelo. Me pasó una.
  - ¿Sabes ponerte en guardia? – preguntó acercándose.
  - Creo que sí, ¿era así? – dije poniéndome en la postura que recordaba de las clases de esgrima .
  - Bueno… más o menos - dijo -. Tienes que subir más este brazo y las piernas están mejor en esta posición – explicó situándose a mi lado con la posición correcta.

Pasamos toda la tarde practicando posiciones y golpes utilizando la rama como espada. No lo hacía demasiado mal, pero Luna me daba mil vueltas, en la escuela había aprendido cosas muy básicas así que ganamos tiempo intentando enseñarme ataques más difíciles.
 Cuando comenzamos a poner en práctica todo lo que había aprendido sin moverme del sitio en un combate eran las siete de la tarde.
Ambos empezamos en guardia. Yo ataqué primero, pero Luna estaba preparada y se defendió sin mucho esfuerzo. Ella contraatacó pero conseguí esquivarla, no era demasiado bueno, pero sí rápido.
Estuvimos largo tiempo así, golpeando, esquivando, golpeando, defendiendo; como un baile, ambos intuíamos el paso del otro, ella sabía más, pero yo era más rápido, nos neutralizábamos el uno al otro constantemente.
 Empezamos a cansarnos, ella atacó con mucha fuerza, inesperada por mi parte, pero me dio tiempo a defenderme, nuestras “espadas” quedaron cruzadas la una con la otra diagonalmente. Acabamos pegados el uno  al otro con las ramas como única separación. Luna acercó su rostro a mí y nos besamos. Fue un beso suave y corto, ya que ambos estábamos jadeantes de la lucha. Al separarnos noté una presión en el pecho y Luna me empujó hacia atrás.
Caí encima de la hierba, de espaldas, Luna me había puesto la zancadilla por detrás mientras nos besábamos.
  - Pero… - me quejé confuso desde el suelo.
  - Nunca dejes que tu oponente te distraiga, nunca – dijo apuntando con su rama a mi corazón durante unos instantes. Apartó la “espada” y me tendió la mano -. Vs bastante bien con la espada, es hora de que aprendas a utilizar tus habilidades.
  - ¿Y cómo lo hago? – pregunté, la verdad es que no tenía ni idea.
  - Piensa en la habilidad que quieres utilizar… por ejemplo la invisibilidad. Piensa: soy invisible, haz que el pensamiento de ser invisible te invada.
  Cerré los ojos con fuerza y pensé “ser invisible, deseo ser invisible” mientras  intentaba recrear la sensación de la última vez.
 Me pareció que algo había cambiado, que un picor había recorrido mi cuerpo en unos instantes hasta quedar reducido a mi marca de nacimiento. Cuando sentí todo eso abrí los ojos, todo a mi alrededor parecía igual que antes, seguramente no lo había conseguido. Bajé la cabeza para observar mi cuerpo, pero… no tenía cuerpo, lo sentía sí. Pero no lo veía.
  - Luna… ¿Tú me ves? – ella estaba en frente con una expresión de sorpresa en la cara.
  - No, de repente has desaparecido como si nada, ¡funciona! – gritó.
  - Pero… hay un pequeño problema, bueno… dos – observé -, primer. No me veo a mí mismo, no me veo los pies, ¿tiene que ser así?
  - Bueno… supongo que no, habrás hecho algo mal.
  - ¿Algo como qué? – tenía que encontrar la solución, si intentaba subir unas escaleras sin verme los pies lo llevaba claro…
  - Cuando has pensado en ser invisible seguro que te has creado una imagen en tu ente en la que eras transparente, ¿verdad?
  - Exacto, algo así me has dicho que hiciera.
  - Pues no era eso exactamente lo que tienes que hacer. Visualízate en una imagen en la que los demás no te vean pero tú a ti mismo sí.
  - Vale, lo pruebo en cuanto me soluciones el segundo problema, ¿Cómo consigo volver a ser normal?
  - Eso es más fácil, simplemente piensa en ser normal, en que todos te pueden ver.
  Cerré los ojos una vez más, intentando concentrarme para volver a ser normal, me visualicé con gente a i alrededor que me miraba y me veía. Oí unos pasos, alguien se acercaba.
Momentos Después abrí los ojos para comprobar quien se había acercado, o si era simplemente Luna.
Matt estaba frente a mí, boquiabierto. Pero no podía verme ¿verdad?
  - ¿Nathan? – Preguntó -. ¿Cómo has hecho eso?
  - ¿Puedes verme? – inquirí, me volví hacia Luna - ¿No se supone que él no debería verme?
  - Es que ahora mismo todo el mundo puede verte – contestó.
  - Ah – de repente me miré, yo mismo me veía, todos podían verme -. Yo pensaba que todavía era invisible.
  - ¿Se puede saber de que narices estáis hablando? – exigió Matt. Ambos nos volvimos hacia él -. ¿Y tú porqué has… aparecido de repente? ¿De verdad eras invisible?
  - Verás, es que yo… es una historia muy larga de contar – contesté.
  - Pues estoy dispuesto ha oírla: de principio a fin.
  No hubo manera de disuadir a Matt, tuvimos que contarle lo básico, lo que Luna y yo éramos, pero lo que Víctor era no se lo contamos, por si acaso. Nos juró que no se lo diría a nadie y cuando acabó de interrogarnos fuimos a buscar al resto par ir a cenar.

  En la cena nadie habló demasiado, las típicas quejas hacia los profesores y poco más. Matt asimilando que yo era un “superhéroe”: palabras textuales suyas. Víctor y Cristina habían cedido a cenar con nosotros gracias a Paula, estaban como en su nube de amor, aunque suponía que Víctor solo fingía. Paula… estaba como en otra parte. Y Luna y yo también en nuestra burbuja.

Después de cenar todos nos fuimos a la cama, aunque no sé si alguien consiguió dormir algo. Yo no y Matt seguro que tampoco, no dejó de dar vueltas en la cama durante toda la noche, intentando encontrar la posición adecuada para dejar de pensar y dormir; yo en cambio estuve quieto, demasiado ocupado pensando como para probar posiciones para dormir. De pronto sonó aquella melodía que dentro de poco no volvería a escuchar.

Ya era Viernes, ese día sería el último de clase allí. Después de vestirnos fuimos a desayunar. El desayuno no fue tan diferente a la cena anterior.
  Acompañé a Luna a su clase antes de ir yo a la mía. A cada hora.
  - No hace falta que vengas a escoltarme - se quejó Luna, que le gustaba ser independiente, en el intercambio de penúltima hora -. Además a última hora vamos a la misma clase, todos.
  - Ya sabes que no me importa – dije.
  - Pero solo hay unos 10 metros de mi clase la otra. En serio no me va a pasar nada.
  - Ya, pero nunca… - mi frase quedó a medias cuando Luna dio por terminada la conversación con un suave beso en los labios.
  Después dio la vuelta y con una sonrisa se despidió entrando en su clase.

 Esa penúltima hora pasó muy lenta. Mi mente voló a todos lados y a ninguno a la vez. Era mi penúltima clase, mi penúltimo día aquí, en el reformatorio, con mis amigos.
  En el intercambio fui directo a la clase en la que nos tocaba a todos lengua, además, la clase de Luna todavía no había acabado.
  Todos los alumnos que faltaban fueron llegando, entre ellos Cris, sola, Paula y Matt. Nos sentamos atrás del todo, como hacíamos desde que nos conocimos.
  La directora Drina, nuestra profesora de lengua, llegó y ya solo faltaban dos personas: Víctor y Luna.
  Luna se debía de haber retrasado, estaría en el baño. Y Víctor bueno… no lo sabía.
  - Cris – la llamé en susurros desde dos pupitres más a la derecha. Ella me escuchó y se giró hacia mí - ¿Sabes dónde está Víctor?
  Ella negó con la cabeza.
  - Dijo que me adelantara, que ahora vendría – contestó dándose la vuelta para volver a hablar con Sandra, otra chica de la clase.
  Un mal presentimiento llegó en forma de escalofrío, ¿y si no era casualidad?
  En ese momento la directora Drina preguntó:
  - ¿Alguien sabe dónde pueden estar los dos alumnos que faltan?
  - Yo puedo ir a buscarlos – me ofrecí, necesitaba saber si Luna estaba bien.
  - No, no hace falta. No va a perder clase usted también.
¿Qué no hacía falta? Y una mierda. A saber lo que Víctor podía estar haciéndole a Luna. Sin permiso de la profesora me levanté y me dirigí corriendo hacia la puerta.
  - ¡Señor Redfield! ¿A dónde cree qué va? ¡Vuelva aquí inmediatamente!
  Hice caso omiso de la directora y salí al pasillo, había casos en los que era mejor pedir perdón que pedir permiso.
  Podían estar en cualquier parte del edificio, incluso en el exterior. De repente una corazonada me llevó a un solo lugar, la biblioteca, que estaba a tres pasillos del mío.
  No había porqué, pero estaba segura de que estarían ahí.
 Salí corriendo muy rápido, más de lo normal, necesitaba llegar allí con urgencia, si Luna no estaba a salvo...
  Llegué a la puerta de la biblioteca y me frené, oí unas voces.
  - Solo un besito… ya verás que doy mil vueltas al Nathan ese – esa voz era inconfundible.
  Entré, algo iba mal ahí dentro. Sorteé varias estanterías hasta llegar a la zona de las mesas. Ahí estaban, Víctor sentado encima de una mesa, rodeando con las piernas a Luna, a la que también tenía cogida por los brazos. Víctor acercando su rostro al de Luna.

 
MUCHAS DISCULPAS POR LO QUE HEMOS TARDADO EN SUBIR EL CAPÍTULO, NO VOLVERÁ A PASAR, PENSAMOS ACABAR LA HISTORIA. MUCHAS GRACIAS POR VUESTRO TIEMPO Y ESPERAMOS QUE OS HAYA GUSTADO EL CAPÍTULO.