martes, 13 de septiembre de 2011

Titulo del libro

Hola a tod@s:
 A ver, hemos pensado en un título para el libro, pero nececitamos vuestra opinión
Hemos pensado que se titule <<La Marca>> por lo de la marca de Nathan en el brazo.
¿Qué os parece? Dadnos vuestra opinión por favor
Un beso para todos,
Alicia y María
                                  

martes, 2 de agosto de 2011

CAPITULO 4


  -¿Qué quieres? - le pregunté a Matt
  -Nada, solo hacerte compañía, te vas a ir el domingo y no sé, me parece que está bien que pase más tiempo contigo, eres el único amigo que he tenido en toda mi vida - respondió tranquilamente. Yo me quedé atónito, había sido su único amigo, y la verdad es que él también era mi mejor amigo y, en este momento, el único amigo, nunca había confiado tanto en nadie ni lo había pasado tan bien con nadie; excepto con… no, pero eso no tenía nada que ver, eso no había sido solo amistad.
  -Pues, ahora que lo comentas, tú también has sido mi único y mejor amigo; claro, sin contar con las chicas (Cris y Paula); y me alegro de que hayas sido tú y no cualquier otro - era absolutamente verdad, de pequeño tuve varios amigos con los que jugaba al fútbol, a la play, vamos; con los que pasaba los ratos, pero Matt era un amigo de verdad de esos con los que puedes contar durante toda la vida y nunca te decepcionan.

 Nos dimos un abrazo, de los de verdad, de los que quieres que duren para siempre porque lo estás compartiendo con una persona verdaderamente importante para ti y a la vez sabes que tú también eres importante para esa persona.
 Cuando nos separamos, estuvimos sentados, supongo que él estaría pensando, como yo.
 Tenía tantas cosas en las que pensar… primero, lo que me había dicho Luna; segundo, que me marchaba el domingo y aunque este sitio no sea lo mejor de lo mejor, los amigos que tenía aquí sí lo eran y no me quería despedir de ellos; tercero, Luna me gustaba y o se lo decía en esta semana y, por lo menos me iría con una respuesta, o podía callármelo, ya que seguramente no podríamos tener  una relación seria ni aquí ni fuera de aquí, y cuarto, que será de mí fuera de estas paredes.

  -Ya que estoy aquí, podemos hablar de todo un poco, ¿verdad? - preguntó como si lo de antes no hubiera pasado.
  -Sí, claro, ¿de qué quieres hablar?
  -Bueno… ¿qué hacíais aquí Luna y tú? - pregunto con su típica curiosidad pintada en el rostro.
  -La directora me dijo que le tenía que enseñar a Luna la biblioteca, eso es todo - contesté con voz cansada.
  -Sí, claro - murmuró.
  -Venga, ¿no pensarás que…? Ya estamos otra vez. No estábamos haciendo nada fuera de lo normal que se hace en una biblioteca - insistí.
  -Venga tío, admítelo. Pasáis mucho tiempo a solas; cuando le enseñaste el reformatorio, el otro día en la habitación, ahora en la biblioteca; y si no estáis a solas, intentáis separaros del grupo, como esta mañana - dijo.
  -Vamos, si ni siquiera sabe que estoy enamorado de ella - confesé.
  -¿Qué? ¿Cómo? - casi gritó - ¿Qué todavía no le has dicho nada a Luna?
  -¿Decirme qué? - no me dio tiempo a negar a la pregunta de Matt, la voz de Luna se escuchó al final del pasillo.
  -Eh… esto… nada - ¿y ahora qué decía? - ¿Y tú que haces aquí? ¿No estabas con Paula y Cristina?
  -Sí, pero me dejé la chaqueta - dijo señalando la chaqueta azul clarito que había en el respaldo de la silla en la que Matt estaba sentado.
  -Ah, toma; aquí la tienes - dijo Matt entregándole la chaqueta - Bueno, yo… yo me voy un momentito al baño. Aprovecha ahora para decírselo - me susurró Matt al oído antes de marcharse y dejarme con el marrón a mí.
  -Gracias Matt - Luna se volvió hacia mí - Nathan, ¿qué me tienes que decir?
  -Esto… - no me salían las palabras adecuadas, así que me rendí -  nada, no tiene importancia - ¿Qué no tenía importancia? Ja.
  -Vale, me vuelvo con Paula y Cris que como tarde un segundo más se pondrán histéricas. Pero prométeme que me lo contarás - dijo muy seria.
  -Te lo prometo - le contesté.
  -Vale, y respecto a la conversación de antes, en cuanto consiga deshacerme de toda compañía te buscaré para seguir hablando.
  -Sí, por favor - rogué. Necesitaba acabar la conversación anterior.

 Luna se dio media vuelta y me quedé mirando como se alejaba por el pasillo.
Al minuto o así llegó Matt.

  -¿Bueno qué tal?
  -Fatal, la he prometido que se lo contaría en otro momento.
  -¿Qué se lo contarás en otro momento? Tío, era el momento perfecto ¿Por qué no se lo has dicho? - dijo volviendo a sentarse en la silla de al lado.
  -Es que me he quedado… como bloqueado. No sé que me ha pasado - admití.

Hubo un largo rato de silencio que al final Matt acabó rompiendo.

  -No sé por que te bloqueas tanto, pero te voy a decir una cosa, si Luna te gusta, si de verdad estás enamorado de ella, díselo, porque la vida son dos días, el primero para elegir con quien quieres terminar de vivirla y el segundo para vivirla con esa persona especial; y si tú ya la has encontrado, es hora de que ella te encuentre a ti. Bueno, me voy a buscar a las chicas ¿te vienes? - me había dado el sermón y ya está, se largaba, siempre lo mismo, te decía una reflexión muy profunda y ¡puff! cambiaba de tema como si no hubiera pasado nada. Habría que seguirle el juego ¿no?
  -No sé, necesito tiempo para pensar.
  -¿Pensar? ¡Llevas tres días sin parar de pensar! Vamos, vente - insistió.
  -Ve tú, ahora os alcanzo.
  -Vale, pero no tardes mucho. Estaremos por la zona del lago - añadió antes de marcharse.

 Toda la biblioteca se quedó en silencio cuando Matt se marchó.

 ¿Y ahora que le diría a Luna? ¿Le contaba que estaba enamorado de ella o me inventaba una excusa creíble? Matt tenía razón, se lo tenía que contar, pero ¿cómo? Te quiero: esas dos palabras que se me atragantan cada vez que pienso en decirlas. Tenía miedo de decirlas, eso era todo, y hacía tanto que no las decía que, directamente, no me salían, desde hacía dos años casi ni las pensaba.
 Por otro lado, también estaba lo que ella me tenía que contar. Eso de:”la pregunta no es ¿qué te pasa?, si no ¿qué eres?” Tenía muchas dudas.
¿Y si realmente yo no era quién creía que era?
¿Y si no era simplemente un chaval en un reformatorio?
Y lo más importante: ¿y si yo fuera realmente el causante de su muerte o desaparición o lo que fuera que la había pasado? Jamás podría perdonármelo.

Entonces volví a recordarlo todo:
<<Estábamos en el penúltimo día del campamento de verano. Esa noche había sido la fiesta de despedida y nosotros estábamos fuera del albergue donde dormíamos, en la orilla del río. Ella llevaba un precioso vestido verde, del mismo color que sus brillantes ojos.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos y apoyó su rubia cabeza en mi hombro, entonces yo rodeé su cintura con mis brazos y, en ese preciso instante en el que sus labios rozaron los míos hubo un pequeño destello dorado.
Ese pequeño destello se la llevó, no sé como ni a donde, pero se la llevó. Desapareció, no hubo ni rastro de ella. Grité desesperado, pero todo el mundo estaba demasiado entretenido en la fiesta>>.

 Una lágrima de tristeza rodó por mi mejilla. Me la limpié con un pañuelo, esa y las que siguieron.
Ella no estaba. Me había quedado solo y, por si eso fuera poco, ahora me sentía culpable de su desaparición.
Seguí pensando durante un buen rato. ¿Y si la policía tenía razón? ¿Y si yo era el culpable de su desaparición? No de la manera en la que ellos creen, pero de todas maneras, culpable, ¿y si tuvo que ver con los “superpoderes” que tengo? No estaba seguro, pero fue tan raro que me creería cualquier cosa. Desapareció sin aviso.
Pero yo no podía ser el culpable ¿verdad? ¿Por qué iba yo a querer que desapareciera si ella lo era todo para mí? Era de locos.

  -Hola otra vez - saludó Luna sentándose a mi lado  y sacándome de mis pensamientos.

 No sabía cuanto tiempo había estado pensando en la biblioteca, pero por lo visto, el suficiente para que Luna viniera a ver que me pasaba.

  -Hola - susurré sin muchas ganas.
  -He venido porque todos estábamos preocupados por ti y Matt me ha dicho que viniera yo a ver que te pasaba - Matt, como no, no había sido por propia iniciativa -. ¿Que te pasa? Tienes mala cara - preguntó preocupada.

No respondí enseguida,
¿Que qué me pasaba? Puf, me pasaban tantas cosas…
 Primero: llevaba dos años sintiéndome culpable por la desaparición de Lisa, impotente por no poder hacer nada para encontrarla; ella lo había sido todo para mí y desapareció sin dejar rastro.
 Segundo: este domingo cumplía dieciocho años y me largaba de aquí, me tendría que despedir de todos mis amigos para ir a otro lugar a empezar de cero.
 Y tercero, lo más complicado: Luna y lo que ella sabía sobre mis “superpoderes”. Por un lado estaba ella, que me gustaba, parecía entenderme y comprenderme mejor que nadie, aunque no tenía la suficiente confianza con ella como tuve con Lisa, pero aún así estaba muy enamorado, habría hecho cualquier cosa por protegerla y cuidarla, por demostrarle mi amor. Pero no sabía si ella sentía lo mismo por mí, esa era una de las pegas.
Y luego también estaba lo que ella sabía sobre que era o quien era o lo que me pasaba, en fin, que tenía todas las respuestas a mis preguntas fueran de amor o de “superpoderes”.

Me puse frente a ella y la miré fijamente a sus preciosos ojos azules, que me  cautivaban con su color y sentimientos. Ella me devolvió la mirada, me cogió la mano y me susurró:
  -Tengo que decirte algo.
 Asentí levemente. Sabía que no debía interrumpirla, que lo que me iba a decir no iba sobre amor, si no sobre otra cosa más importante en este momento.
  -Pero antes - prosiguió - prométeme que te quedarás hasta que termine.
  -Vale, - dije - lo prometo.

Un suspiro se escapó de entre sus labios.
  -Es muy largo de contar - comenzó -. Hay un tipo de personas que, por así decirlo, nacen con… habilidades especiales - siguió escogiendo cada palabra con mucho cuidado - tienen más resistencia física que el resto de personas, pueden correr más rápido, hasta volverse invisibles - dijo todo esto casi en un susurro como intentando que no la escuchara - y algunas habilidades más -me miró indicándome si tenía alguna pregunta o seguía con su discurso.
  -Bueno ¿y qué son? - pregunté un poco extrañado, ya que yo nunca había creído demasiado en criaturas sobrenaturales.
  -Son… Protectores Blancos. Existen desde el principio de los tiempos y su deber es proteger a los humanos de criaturas… malvadas.
  -¿Qué tipo de criaturas?
  -Asesinos de la Oscuridad. Son, como te he dicho antes, criaturas malvadas, les encantan la muerte, la destrucción, todo lo malvado y retorcido que existe, y solo desean hacerse con el control de este mundo para ver sufrir a todo ser vivo.
  -Y si todo lo que me estás contando es verdad, ¿yo que tengo que ver? - era una pregunta tonta, estaba seguro de que yo era uno de los protectores esos, pero aún así, necesitaba su respuesta.

 No llegó a contestar a la pregunta porque llegaron todos los demás con un chico que no había visto nunca en el reformatorio.
  -Vamos a jugar un partido - dijo Paula con un balón de baloncesto entre las manos - ¿os apuntáis?
  -Bueno… no sé, no me apetece mucho - intentó escaquearse Luna.
  -Anda, no seas tonta, vente, - dijo Cris - nos lo pasaremos bien.
  -Vale… - contestó Luna al final.
  -Por cierto, - intervino Matt señalando al chico que venía con todos - este es Víctor.

 Me fijé en el chico. Era alto, más o menos como yo, rubio, y con los ojos verdes, un verde demasiado familiar. Me recordaba a una persona a la que no quería recordar.
 Al verlo Luna se estremeció.

  -Yo soy Nathan - dije tendiéndole la mano que estrechó con demasiada firmeza mientras me respondía.
  -Encantado, soy Víctor.
  -Esta es Luna - la presenté cogiéndola de la mano  y tirando de ella hacia mí para darla confianza. 
  -Hola - saludó Luna tímida y desconfiada, sin separarse de mí ni acercarse a Víctor un milímetro.
  - Hola ¿Qué hay? - respondió él sin muchas ganas mientras ambos se estudiaban con la mirada.
  -La directora nos ha mandado que te le presentemos y que te digamos que tienes que le tienes que enseñarle el reformatorio. Como hiciste con Luna - explicó Matt.
  -Ah, pero es que ahora me viene muy mal, tengo que terminar de estudiar para el examen de mañana - dije intentando escaquearme - y, además, ¿no ibais a jugar al baloncesto?
  -Sí, pero tú también vienes ¿no? - preguntó Paula.
  -La verdad es que… - comencé a decir.
  -Vamos Nathan, nos lo pasaremos bien y, además, así te despejas un poco y luego estudias mejor - insistió Luna con mirada suplicante sin soltarme todavía la mano.
  -Vale, pero solo un rato - cedí, no me podía resistir a la mirada suplicante de Luna.
  -¡Bien! - chilló Cris y salió de la biblioteca seguida de todos, incluida Luna que se había soltado de mi mano y ahora caminaba junto a Paula.

Me di cuenta de que me había quedado un momento solo en la biblioteca y eché a andar hacia el campo de baloncesto.

 Después de ponernos el chándal, compuesto por un pantalón corto gris y una camiseta de manga corta, para los chicos, y de tirantes, para las chicas, azul clarito, subimos a jugar.
 Cris hizo los equipos a su antojo y nadie la contradijo, aunque yo observé que Luna estaba un poco incómoda por que tenía que ir con Víctor, el nuevo, pero ella no dijo nada.

Los equipos eran así: Matt, Cris y Nathan, yo, éramos el equipo uno y Paula Víctor y Luna, el equipo dos.

 Saltamos Víctor y yo, ya que éramos los más altos de cada equipo. Cuando empezamos a jugar todos nos quedamos boquiabiertos al ver como manejaba el balón  Luna.
 Cuando lo cogía era imposible quitárselo, pero por intentarlo no pasaba nada, así que corrí hacia ella y cuando pensaba que se iba a chocar contra mí, me esquivó y siguió corriendo hasta meter otra canasta.

Cuando pasó por mi lado para bloquear un posible pase de Cris para mí, murmuró:
  -¿De verdad quieres saber qué tienes que ver con toda esa historia?

 No me dio tiempo a responder porque salió corriendo para quitarle el balón a Matt.
 Y esta vez, en vez de tirar ella, le pasó el balón a Cris para que metiera canasta, que de casualidad marcó.
 Volvió a acercarse a mí y me susurró al oído:
  -Tú eres un Protector Blanco.  

viernes, 1 de julio de 2011

CAPITULO 3

Otra vez la misma canción de todas las mañanas y no en sentido figurado, todas las mañanas ponían la misma melodía para despertarnos.
 Lunes, siete y media de la mañana y... otra vez a clase. Como todas las semanas, bueno, no como todas, esta era distinta porque Luna estaba en el reformatorio.
 Estaba más animado que en el fin de semana. El día anterior había llegado a una conclusión: no iba a hacer  nada (por lo menos de momento), si Luna me quería ya hablaría con ella y si no pues nada. No iba a dejar que otra chica fuera mi “todo” en la vida, porque eso ya me pasó una vez, y cuando se marchó dejó un vacío espantoso que solo logré llenar con sus recuerdos y al hacerlo lo pasé peor. Ya han pasado dos años desde que ocurrió todo y todavía no he logrado olvidarla, ya no tengo ese vacío tan… vacío porque aquí Matt, Paula y Cris ocupan la mayor parte de ese espacio en blanco y lo convierten en colores.
 Esta será la ley de mi corazón a partir de ahora: no dejes que alguien sea tu “todo” porque cuando se vaya no te quedará nada.

Me levanté de la cama y fui directo a despertar a Matt.
  -Vamos, Matt - dije intentando despertarle - ¡Hora de despertarse!- grité antes de tirarme encima suya.
  -¡Oh, no! - se quejó - ¡Otra vez no! ¿No eres ya mayorcito para hacer esto?
  -Puede ser, pero... no importa - dije riéndome mientras me levantaba - O te levantas ya o me vuelvo a tirar - amenacé.
  -Vale, vale, ya voy - dijo confundido - pero… ¿cómo es que estás de tan buen humor?

 No respondí, solté una carcajada y me fui a duchar.
 Bajamos a desayunar con las chicas y después fuimos corriendo a clase ya que casi no nos daba tiempo.
  Las horas de clase pasaron muy lentamente y los 15 minutos de recreo no es que fueran de mucha ayuda para descansar de las tres clases anteriores y prepararte para las tres siguientes.
  Cuando por fin sonó el timbre que marcaba el final de las clases salí pitando de clase para encontrarme con los demás en el vestíbulo. No es que me alegrara mucho ya que no podía salir del reformatorio, así que salir de clase solo era una libertad relativa aquí dentro.
  Ya estaban todos en el hall cuando llegué, ya que mi aula era la más alejada, los saludé y nos fuimos a comer.


  -Bueno… ¿y cuando es la fiesta? - me preguntó Matt en la comida.
  -¿Qué fiesta? - dije confundido. ¿Desde cuando había una fiesta?
  -Vamos Nathan, - intervino Cris - a finales de semana es tu cumpleaños, ¿no creerás que no vamos a montarte una fiesta? 
  -Venga chicos, no hace falta que…
  -Oh, claro, ¡sí hace falta que te hagamos una fiesta! - exclamó Paula -, además, será la última.
 
 Es verdad, no me había dado cuenta, el sábado era mi cumpleaños, cumpliría dieciocho años y saldría de allí y me llevarían a…
  -¿Por qué la última? - preguntó Luna un tanto preocupada.
  -Nathan cumple los 18 y lo sacan de aquí - respondió Cris volviéndose hacia ella.
  -¡Oh! - exclamó la chica pelirroja.
  -Vale, pues habrá fiesta - gritó Matt - ¡La mejor fiesta de la historia de este reformatorio!
 Todas las miradas del comedor se posaron en él y todos menos Luna nos echamos a reír.
 Cuando salimos del comedor advertí que Luna estaba muy seria desde que mencionamos mi fiesta; de hecho, iba la última, pensativa y cabizbaja; así que decidí ponerme a su lado.

  -¿Qué te ocurre? - pregunté -  has estado muy seria durante toda la comida.
  -No, esto… no me pasa nada - estaba a punto de llorar - no importa.
  -Vamos, cuéntamelo - dije, y entonces se le escapo una lágrima que yo recogí suavemente -. No quiero verte triste y me gustaría ayudarte, si tú me dejas. Somos amigos ¿no?
  -Sí, claro, verás es que… - bajó la vista y se sonrojó levemente - eres la primera persona que conocí al llegar aquí y si te vas pues…
  -Vamos, tienes a Cris, a Paula, a Matt y… - ¿de verdad estaba triste porque yo me iba? ¿Me querría? De momento no estaba seguro, así que no iba a arriesgarme, de momento; iba a poner un muro que no me dejara demostrar que ella si me gustaba.
  -Ya, pero no es lo mismo porque yo... - tartamudeó - yo…
  -¡Vamos, que os quedáis atrás! - era la voz de Cris.

 Y era cierto, nos habíamos parado para hablar y los demás ya estaban saliendo a la parte delantera.
 Anduve junto a Luna hasta llegar al exterior.
  -Si quieres luego seguimos la conversación - le dije justo antes de llegar a la altura de los demás.
  -¿Qué hacíais? - preguntó Paula.
  -Nada, solo estábamos hablando y nos hemos distraído - nos disculpé, ya que Luna todavía estaba triste y se veía que no tenía ganas de hablar con nadie.
  -Vale, ¿y a dónde vamos ahora? - preguntó Matt.
  -Podríamos ir a... - comenzó a decir Paula.
  -Señor Redfield, señorita Auguste - era la directora.
La directora posó su mano en mi hombro y en el de Luna
  -¿Podrían acompañarme a mi despacho un momento, por favor?
  -Sí, claro - contesté mirando a Luna que tampoco entendía nada.
¿Y ahora que habíamos hecho?
  -Luego nos vemos… - nos despidió Paula mientras se marchaba con los demás.

La directora nos llevó directamente hacia su despacho y noté como todos los alumnos que había en el hall se quedaron mirándonos.
Cuando llegamos, Drina nos hizo tomar asiento y nos ofreció algo de beber  pero ambos lo rechazamos.

  -Le ha enseñado todo a la alumna nueva - se dirigió a mí - ¿no es así, señor Redfield?
  -Sí, eso creo - respondí tímidamente.
  -Bueno, ¿usted que opina, señorita Auguste?
  -Que sí, que me lo ha enseñado todo muy bien y también me ha integrado en su grupo y le estoy muy agradecida - dijo Luna tímida pero ya más contenta que antes.
  -¿Le ha enseñado también la biblioteca? - ahí me había pillado, ni se me había pasado por la cabeza ese lugar -. A los estudiantes se os suele olvidar ese tipo de lugares.
  -Pues… tiene razón - admití - se me ha olvidado. En cuanto pueda iré a enseñársela.
  -Bien, y me gustaría que le enseñase el reformatorio a otro alumno que entrará dentro de unas horas - dijo como si fuera un orden y no una petición -. Creo que su caso es parecido al suyo, así que a lo mejor puede ayudarle antes de que usted se marche a finales de semana.
  -Eh… claro, le enseñaré todo el reformatorio, incluso la biblioteca - dije confuso. ¿Su caso era parecido al mío? Lo dudaba, pero bueno, tendría que preguntarle en cuanto le conociera; si su caso de verdad era parecido al mío a lo mejor me podría ayudar.
  -Muchas gracias. Y ahora márchense y espero no verles muy a menudo por mi despacho, sobre todo usted; Luna.
  -Adiós, directora Drina - nos despedimos ambos cuando salíamos por la puerta.
  -Me parece que te tengo que enseñar la biblioteca - dije a Luna cuando estábamos en el pasillo y la conduje hasta allí.
 
 Llegamos a la puerta de la biblioteca. Aquella enorme y vieja puerta por la que pasaban tres personas al año.
 Recordé la última y única vez que había estado allí, cuando la directora mandó a Paula que me enseñara el reformatorio cuando llegué.

  -Esto es la biblioteca - dije señalando la puerta.
  -¿Se puede pasar? - preguntó.
  -Sí, claro, adelante - contesté abriendo la puerta.

 Era una sala muy grande, ordenada y llena de polvo; ya que al no tener muchos visitantes no la solían limpiar. Había bastantes estanterías llenas de libros (creo que inservibles aquí dentro). Tenía dos pequeñas ventanas al fondo, por lo que era bastante oscura si no encendías la luz; cosa que nadie hacía desde hace años.
 En ese momento la biblioteca estaba vacía,  hasta la bibliotecaria se había ido, no había nadie; la gente del reformatorio quedaba claro que no se tomaban muy en serio los estudios.

 Estuvimos paseando entre los enormes bloques de libros mientras le enseñaba donde estaba cada sección, era muy fácil ya que había un cartelito que lo decía al principio de cada una, y cuando acabamos y estaba a punto de salir por la puerta me di cuenta de que Luna no me seguía.
 Retrocedí sobre mis pasos y vi a Luna en la sección de historias y leyendas intentando sacar un libro.
 De repente la estantería se tambaleó. Acto seguido estaba corriendo hacia Luna y entonces, en tan solo unas milésimas de segundo, me di cuenta de que protegía a Luna de los libros que caían y, encima, los golpes de los libros no me dolían lo que yo suponía que tenían que doler.
 Me levanté y, con Luna en brazos, llegué a una amplia mesa situada al final del pasillo que formaban las estanterías.
 Deposité a Luna allí.
  -¿Estás bien? - pregunté preocupado mientras me recorría con la vista en busca de una herida y me di cuenta de que me picaba la zona del codo izquierdo, me debía de haber llevado un golpe allí.
  -Sí, sí. Gracias por salvarme. ¿Y tú, estás bien? - preguntó interesada al ver que no tenía ninguna herida.
  -Sí, la verdad, no se como he sobrevivido pero estoy intacto - contesté contento. Entonces vi un atisbo de entendimiento en sus ojos, ese mismo atisbo de entendimiento que la veía cada vez que yo hacía algo… por así llamarlo “sobrenatural”, como si comprendiera  por qué me pasan todas estas cosas. En ese momento lo entendí, supe que ella me ocultaba algo, estaba seguro de que ella sabía que me pasaba, por qué de repente tenía algo así como superpoderes. Nos miramos y ella entendió en mi mirada lo que había descubierto -. Tú lo sabes, ¿verdad? Sabes por qué puedo hacer todas esas cosas - dije medio acusándola medio preguntándola.
  Ella tan solo asintió.
  -¿Qué me está pasando? Vamos, el otro día salí corriendo del comedor a una velocidad que nadie podría alcanzar, esa misma noche; en la fiesta, me volví invisible y ahora, de repente, he aparecido encima tuya otra vez a una velocidad increíble y los libros que se me han caído encima no me han lastimado. Por favor, dímelo.
   Ella sostuvo mi mirada, no me contestó.
  -Vamos, por favor, Luna, necesito saberlo.
Me miró durante unos instantes. Estaba dudando si contármelo o no, yo lo veía en sus ojos color cielo.
  -Nathan, tengo que contarte una cosa - susurró preocupada - pero es muy importante que no se lo cuentes a nadie, bajo ningún concepto. Prométemelo.
  -De acuerdo, confía en mí, no se lo diré a nadie. Lo prometo, pero contéstame por favor: ¿Qué me pasa?
  -No te pasa nada. La pregunta que te debo contestar no es que te pasa sino que eres - respondió tranquila, con su mirada fija en mí. Era la primera vez que la veía tan segura de sí misma.
  -¿Qué soy? - pregunté al ver que no proseguía mientras unos pasos se acercaban a nosotros.
  -¡Hola! - saludó Cris - ¡Chicos, están aquí!
 
 Luna y yo cruzamos una mirada de entendimiento. No podía comentar nada hasta que volviéramos a estar a solas.
 
  -¡Hola! - saludó Matt.
  -¿Qué ha pasado aquí? - preguntó Paula al ver los libros que habíamos dejado tirados en el suelo.
  -Se me acaba de caer la estantería entera porque he intentado coger un libro para el trabajo de Historia y estaba demasiado alto - se justificó Luna.
  -Pues en ese caso te ayudamos a ordenarlos y después nos vamos fuera a dar una vuelta.

 Lo ordenamos entre todos y a los veinte minutos ya habíamos acabado, estuvimos hablando de varias chorradas mientras los recogíamos y nos lo pasamos bien.
 Pero aún así yo estaba preocupado por lo que me había dicho Luna hace un momento ¿qué se suponía que era yo? Mi respuesta hubiera sido: un chaval de diecisiete años que estaba encerrado en un reformatorio porque le habían acusado de una desaparición, pero que no tenía nada que ver; todo lo contrario, esa persona lo era todo para él y desapareció sin dejar rastro, literalmente.

 Volvimos a la mesa en la que había dejado a Luna después del accidente con los libros y casi no nos dio tiempo a sentarnos a ninguno cuando comenzó Cristina a hablar.

  -Venga vamos a dar una vuelta - dijo Cris en cuanto terminamos de colocar todo. Matt y Paula se levantaron y la siguieron hacia la salida y al ver que Luna y yo no la seguíamos añadió -. Iba por todos ¿eh?
  -Pero ¿qué pasa? ¿Qué vosotros nunca estudiáis ni hacéis los trabajos? Yo si estoy aquí es por algo - mentí. La verdad es que estábamos aquí porque la directora nos lo había mandado, pero ellos no lo sabían y además necesitaba terminar mi conversación con Luna.
  -Pero ¿es que la directora os ha lavado el cerebro o qué? Bueno, pues haz lo que quieras empollón - intervino Paula - Y tú Luna, ¿te vienes?
  -La verdad es que yo también debería quedarme para ponerme al día y eso… - intentó escaquearse ella.
  -Tú no te preocupes por eso, que luego te ayudamos Paula y yo - insistió Cris agarrándola de la muñeca y tirando de ella hasta ponerla de pie.
  -Bueno…, vale, pero no tardaremos mucho ¿verdad? - preguntó excusándose con le mirada, la conversación la tendríamos que acabar en otro momento.
  -Yo me quedo aquí con Einstein - declaró Matt sentándose a mi lado.
  -Venga, vale, pero no tardéis en salir o tendremos que volver a aquí y habré batido mi récord de pasar a la biblioteca - terminó Cris antes de volverse y salir de la biblioteca junto con Paula y Luna.

 Siempre igual, tenía que aparecer Cris, sola o acompañada, para cortarnos todas la conversaciones a Luna y a mí.
  Yo seguía dándole vueltas a la conversación con Luna, no tenía ni idea de a que se refería con qué era. Estaba tan concentrado que ni me había fijado que Matt estaba junto a mí intentando hablar conmigo hasta que carraspeó.

viernes, 17 de junio de 2011

FINALES


No me gustan los finales, los odio.
¿Por qué todo lo que es empezado debe ser acabado?
¿Por qué si hay un principio debe haber un final?
Nacer es el principio, pero ¿por qué debemos morir?
¿Acaso no existe la eternidad?
¿Por qué una montaña tiene derecho a ser eterna y nosotros no?
No me gustan los finales; de hecho, nunca dejo acabar una canción. Prefiero dejarla a medias para saber que todavía no se ha terminado.
¿Por qué se apaga una vela? ¿Por qué se consume su cera?
¿Por qué no nos ilumina, en vez de abandonarnos en la oscuridad?
¿Por qué se acaba un libro? ¿Por qué no podemos seguir leyendo?
No me gustan los finales, por eso me entristezco al acabar un libro, porque acaba ahí porque sabes que al girar la página sólo verás una hoja en blanco, porque sabes que no volverás a saber nada del personaje al que admiras, al que odias o del que estás profundamente enamorado.
No me gustan los finales, pero forman parte de la vida, porque si no fuera así todo sería eterno y nada acabaría nunca.
No me gustan los finales, pero tiene que haber de todo.

By María

martes, 14 de junio de 2011

CAPITULO 2



 Oí que Matt abría la puerta y salía al pasillo y cuando cerró escuché las voces de las tres chicas mientras bajaban las escaleras.
Me levanté y me vestí.

 Salí de mi habitación a toda prisa para que me diera tiempo a seguirles. Al bajar las escaleras y cruzar el hall sin ser descubierto los vi corriendo hacia la puerta trasera que daba al bosque.

 Salieron fuera y yo me escondí detrás de varios árboles hasta que llegaron al claro donde se celebraba la fiesta.
 Todo el mundo bailaba en torno al lago y mucha gente se giró al ver entrar a Matt con las chicas.
 Cris cogió a Luna de la mano y empezaron a bailar. Paula y Matt se fueron hacia un grupo de gente que había unos metros más allá.

 Estuve observando durante un largo rato. Entonces, Luna se apartó un poco y se adentró sola en el bosque. La seguí hasta que se paró en seco y se dio la vuelta.
Mierda, me había descubierto.
  -Así que… ¿me espías? ­­- dijo sonriendo.
  -No, en realidad yo no… - ¿y ahora qué excusa ponía? - verás, solo quería que no te ocurriera nada, no trataba de espiarte.
  -Baila conmigo - soltó de repente.
  -¿Qué? - pregunté incrédulo.

 Desde ahí se oía la música de la fiesta y la luz de la luna era suficiente para ver bien. Luna llevaba un vestido azul de tirantes con dos flores amarillas.

  -Que bailes conmigo - repitió riendo.
  -Vale, pero yo no sé… - no me dio tiempo a terminar la frase, porque ella cogió mi mano y posó la mano que le quedaba libre sobre mi hombro.
 Rodeé su cintura con mi mano y comenzamos a bailar dando vueltas.

 Hubo un momento en el que me tropecé con mis propios pies y los dos caímos al suelo.
 Luna cayó sobre mí y los dos empezamos a reír, rodamos abrazados por el suelo de forma que yo volví a quedar debajo de ella. Levantó la vista y me miró, de forma que pude contemplar sus enormes ojos azules.

  -Ejem, ejem - se escuchó una voz desde detrás de un árbol que me sacó de mi empanamiento.

 Nos pusimos de pie de un salto y nos sonrojamos al ver a Cris con los brazos cruzados apoyada en un tronco.

  -Bien, ¿alguien me explica lo que estaba pasando? - preguntó con curiosidad y celos en la voz - ¿y por qué estás tu aquí Nathan?
  - He venido ha comprobar que Luna estaba bien y me ha visto. Y lo que estaba pasando era que hemos empezado a bailar y como soy tan patoso nos hemos caído los dos - dije medio enfadado porque hubiera llegado en este momento.
  -¿Y tú a qué venías? - preguntó Luna igual de enfadada que yo.
  -A buscarte a ti por si querías irte ya a dormir, porque yo me voy ya - contestó Cris.
  -Pues… no sé - dijo Luna mirándome con ojos suplicantes para que nos quedáramos.
  -Nos quedaremos cinco minutos más, ve andando que ahora te cogemos Cris - dije sin saber muy bien que hacer.
  -Está bien, pero no tardéis - dijo cruzando el pequeño claro en el que nos encontrábamos en dirección al reformatorio.
  -¿Seguimos con nuestro baile? - preguntó Luna cuando Cris ya se había ido.
  -De acuerdo, y esta vez intentaré no tropezarme - dije sonriendo.

 Ella volvió a colocar  su mano sobre mi hombro a la vez que yo la cogía de la cintura  y juntamos las manos restantes.
 Esta vez conseguí no tropezarme y bailamos sin parar durante unos minutos, me hubiera gustado que hubiese durado eternamente, pero como todo, tuvo un final.

  -Me parece que nos tendríamos que ir ya, le prometimos a Cristina que no tardaríamos mucho - dijo en un susurro, como si no quisiera que la escuchara a pesar de que me hablaba a mí.
  -Tienes razón - dije aún sin despegar mis manos de ella.

 A ella también le debía costar separase de mí, porque se acercó más y nos abrazamos. Fue un abrazo precioso, y había mucha felicidad en él. Sentí ganas de protegerla, de ayudarla, y de ir al fin del mundo si hacía falta.

  -Creo que es hora de irnos - dijo mientras se apartaba suavemente, pero sin soltar mi mano derecha.
  -Sí - dije estrechando su mano izquierda.

 Fuimos andando de la mano hasta que vimos a Cris apoyada en la pared del reformatorio junto a la puerta trasera, entonces separamos nuestras manos inconscientemente.

  -Ya era hora - dijo Cris fulminándonos con la mirada.
  -Perdón - nos disculpamos Luna y yo a la vez.
  -No he visto a ningún guardia por esta zona, así que supongo que vendrán dentro de poco a pasearse por aquí, hay que darse prisa - dijo Cristina como si no nos hubiera oído.
  -Pues venga, entremos - dije mientras habría la puerta. - Antes no estaban las cámaras encendidas, pero a estas horas si lo estarán, así que hay que tener cuidado y no hacer movimientos bruscos, porque las cámaras graban donde detectan movimiento - expliqué a Luna.
  -Vale, lo he pillado - dijo pasando detrás de Cris al pasillo.
  -Hay una cámara en el pasillo que hace esquina con este, así que ha partir de ahí hay que ir despacio - nos susurró Cristina.

 Entramos en el pasillo, estaba muy oscuro y solitario, pero no me dio miedo, ya había pasado antes para volver de otras fiestas.
 Cuando llegamos a la esquina, la cámara miraba hacia el otro lado así que nos pusimos debajo a tiempo antes de que se girara. En ese momento oímos como se abría la puerta trasera y unos pasos se aproximaban por el pasillo, debía ser un guardia.
 
  -Venga, subid a las habitaciones, que yo os cubro las espaldas, - susurré apremiándolas - si nadie le entretiene nos descubrirá a los tres.

 Ellas echaron a andar lentamente, sin hacer ruido, ni ningún movimiento brusco, hacia las escaleras.

 Lo único que deseé antes de salir de debajo de la cámara fue poder hacerme invisible para distraerle sin que me viera. Entonces salí, dispuesto ha conseguir que el guardia no descubriese a las chicas, que todavía las faltaba tres cuartos de pasillo para llegar a las escaleras. Empecé a moverme hacia la esquina, mientras notaba que el objetivo de la cámara me seguía.

  Me planté en frente del guardia, a unos diez metros, pero el no pareció verme. Era grandote, un poco calvo, debía de tener unos cuarenta y tantos; llevaba un uniforme azul oscuro con una gorra, una linterna y una pistola.

 Entonces fui a mirarme las piernas y las manos, ¡pero no las veía! Era perfecto, nadie me podía ver pero yo si veía ha los demás, así que lo aproveché.

 Me acerqué al guardia y le tiré la gorra al suelo, empezó a mirar a todos lados pero como no vio a nadie se agachó, recogió su gorra y se dispuso a andar, pero le volví a tirar la gorra. Las chicas debían haber llegado ya a las escaleras, así que hice ruido detrás de él y cuando se giro eché a correr hacia las escaleras sin hacer ruido.

 Cuando llegué arriba ya me veía, la verdad es que todavía no me lo creía; me había vuelto invisible… pero no sabía como, ese era el problema.
 Las chicas estaban ya en el pasillo, en frente de nuestras habitaciones y cuando me vieron, corrieron hacia mí.

  -Le has conseguido despistar, ¡qué bien! - casi gritó Cris.
  -Gracias por cubrirnos las espaldas. ¿Estás bien? - preguntó Luna preocupada.
  -Sí, sí. Solo que todavía no me creo que… - ¿continuaba o no? ¿Se lo creerían?
  -¿Que es lo que no te crees? - preguntó Cris cuando vio que yo no seguía la frase.
  -Nada, que no nos hayan pillado - contesté.
  -Ya, bueno, me voy a dormir que estoy cansada - dijo Cristina dirigiéndose ya hacia su habitación. - Buenas noches - dijo en la puerta, entró en la habitación y cerró.
  -Hasta mañana - le respondió Luna - ¿Y ahora qué hago? La verdad es que no tengo mucho sueño.
  -Bueno… - empecé sin saber muy bien que decir - ¿quieres pasar? - pregunté señalando hacia la puerta de mi habitación.
  -Eh, vale - contestó Luna tímidamente.

Abrí la puerta, ella entró delante de mí, nos sentamos en mi cama.
Todo estaba un poco desastroso, Matt y yo desde luego no éramos las personas más ordenadas del mundo, así que la habitación estaba mangas por hombro y me dio un poco vergüenza.
 Nos quedamos en silencio hasta que se me ocurrió una pregunta:
  -¿Te importa que te pregunte por qué estás aquí?, no tienes pinta de asesina psicópata.

 Ella soltó una carcajada.
  -Verás, en mi instituto había dos chicas, que eran las típicas matonas que se metían con todo el mundo; pero que siempre salían ganando. Hasta que un día me harte, yo normalmente soy tímida; pero cuando me enfado es mejor no estar cerca, así que las pillé metiéndose con una amiga y bueno… lo pagaron, las dejé inconscientes durante unas horas. Así acabé esta mañana aquí.
 
 Me di cuenta que tenía cara de atontado, se notaba que no me imaginaba a Luna pegando a la gente.
 
  - En realidad, no quería darles tan fuerte - prosiguió ella cuando vio mi boca, abierta del asombro -  solo quería que escarmentaran.
  -Pues creo que lo conseguiste.
  -Ojala - susurró con una mirada misteriosa, como si no me hubiera contado la historia al completo. –Bueno, ¿y tú… por qué estás aquí? Yo te he contado lo mío, es justo que tú me cuentes lo tuyo – justificó.

 Tenía razón, y aparte confiaba en ella. Estaba seguro de que no me iba a tomar por loco, como hicieron otras personas, cuando se lo contaba.
  -Pues yo estaba en un parque con… - comencé, pero justo entonces entró Matt.
  -Ah, hola chicos, ¿no interrumpo nada, verdad? - preguntó al ver a Luna sentada a mi lado en mi cama.
  -Esto… no, yo ya me iba - explicó Luna.

 Se levantó de la cama y yo la seguí hasta la puerta. Una vez allí le di las buenas noches y ella me respondió con un suave beso en la mejilla.
 -Hasta mañana, y gracias por todo - dijo antes de entrar en su habitación.

Otro beso. ¿Y este que significaba? Yo la quería, pero ¿y ella? ¿Me quería a mí? Esa era la cuestión. Bueno, ya lo averiguaría.

 Me pasé a mi habitación donde Matt estaba empezando a ponerse el pijama.
  -¿Qué hacía Luna aquí? - preguntó Matt.
  -Nada, pasar el rato hasta que volvierais Paula y tú. Cris estaba muy cansada y se pasó a dormir enseguida, pero Luna no tenía sueño, así que se vino aquí – contesté mientras me ponía el pijama.
  -¿Y qué habéis hecho? - siguió preguntando con una mirada curiosa y una sonrisa que yo conocía.
  -Hablar, no seas mal pensado imbécil - le contesté tirándole los calcetines sucios a la cara.
  -Vale, vale, tranqui - se disculpó riéndose - era una broma. ¿De qué hablabais?
  -Ella me ha contado por qué la han traído aquí y yo estaba empezando a contarle lo mío cuando has entrado.
  -¿Se lo ibas a contar? Pero si solo me lo has contado a mí desde que viniste y fue porque pasaste el año entero compartiendo habitación y yendo a todas partes con migo - dijo pensativo.
  -Ya - dije sin darle importancia.
  -Entonces, te debe de importar de verdad - comentó como descubriendo América - ¿Te gusta de verdad, no?
  -Sí tío. Ya lo has descubierto. Ahora a dormir - dije mientras me metía en la cama sin dejarle tiempo para que me siguiera interrogando.- Hasta mañana.
  -Buenas noches - contestó Matt apagando las luces.

 A la mañana siguiente:
 Que asco, nunca se cansarán de poner la misma melodía todas las mañanas.
 Me levanté al oír la alarma de todas las mañanas, era las ocho y media, por ser sábado nos habían dejado dormir una hora más.
 Fui derecho al armario y me puse lo primero que pillé, unos vaqueros oscuros y una camiseta negra, ya que al ser fin de semana no hacía falta llevar el uniforme.
 Me miré al espejo, mi pelo castaño oscuro estaba muy despeinado y comparado con el bonito cabello rojizo de Luna, era demasiado normal y simple. Y mis ojos, igual de oscuros que mi cabello, comparados con los bonitos ojos azules de Luna, no eran nada.
 En fin, estaba claro que no me podía comparar con Luna en cuanto a belleza.

 Miré a mi espalda y vi que Matt seguía durmiendo, como de costumbre, ni se había inmutado con la alarma. Entonces me acordé de la conversación que había tenido con él la noche anterior. Tenía razón, sólo él sabía porque estaba aquí y yo ayer había estado a punto de contárselo todo a Luna, ahora no estaba tan seguro de decírselo; ¿y si no me cree? ¿Y se me echa la culpa y no vuelve a confiar en mí?
 Y, por si fuera poco, le había confesado a mi compañero de habitación que me gustaba la chica nueva, todo por no seguir discutiendo.

 Me dirigí a despertar a Matt, como todos los días,
  -Matt, Matt. Venga tío, despierta - le dije mientras le empujaba a los lados.
  - Eh… ¿qué pasa? - murmuró con los ojos todavía cerrados.
  -¡Qué es para hoy! - le grité al oído.
  -¡Ah! Joder tío, no me pegues esos sustos que sientan muy mal cuando te acabas de levantar - gruñó estirándose y bostezando.
  -No te gritaría si te despertaras como todo el mundo, cuando suena la alarma - insistí mientras subía la persiana para que entrara más luz.
  -Ya, pero sabes que no lo hago a posta - protestó mientras se tapaba la cara por la luz que entraba -, de todas maneras, ¿cómo es que ya estás vestido? Yo tardo en despertarme, pero los sábados normalmente tú tardas especialmente en vestirte hasta que no te queda más remedio para llegar a desayunar a tiempo.
  En realidad estaba deseando ver a Luna y hablar con ella, por lo que el desayuno era una excusa perfecta, pero había que ser puntual.
  -Yo iba a… - comencé buscando una excusa.
  -Espera, no me lo digas - cortó con una sonrisa dibujada, como si descubriera el mayor secreto del mundo y solo él lo conociera - ibas a ver a Luna - declaró.
  -Eh, sí - contesté tímidamente.

 Matt me conocía demasiado bien como para no saber lo que pasaba por mi cabeza.
 Me quedé callado, pensando qué le diría a Luna y entonces me di cuenta de Matt todavía me observaba.
  -Vamos - dijo - puedes contármelo.
  -¿Contarte qué?
  -Lo que te preocupa. La nueva te gusta, pero tu duda es si tú le gustas a ella, ¿verdad?
  -No se te escapa ni una. Sí, esa es mi duda, has vuelto a acertar, pero el problema es como puedo averiguarlo.
  -Pues muy fácil, con mi ayuda, puedo hablar con ella - dijo deseando ayudarme.
 Puse cara de sorpresa.
  -Venga tío, somos amigos ¿no? Confía en mí - dijo muy en serio.
  -Eh, pero no sé, es que… - me quedé pensando - vale, pero no la cagues.
  -¡Don`t worry¡ - casi gritó mientras se levantaba, cogía ropa limpia y salía al baño.

Para algo están los amigos digo yo.
Bueno ¿y ahora qué debía que hacer?¿Esperar a que Matt hablara con Luna o hacer como si no pasara nada?
Alguien llamó a la puerta.
  -¿Puedo pasar? - la voz de Luna sonaba de detrás de la puerta.
  -Sí, claro, pasa - contesté abriendo la puerta.
Llevaba unos vaqueros azul claro y una camiseta roja. El conjunto le quedaba genial con su pelo pelirrojo y sus ojos de azul cielo.
  -Eh, vamos a desayunar cuando Paula y Cris terminen de arreglarse y después iremos a dar una vuelta por la zona delantera, Cris se ha empeñado en enseñarme todo. - Hizo una pausa mientras me miraba con una mirada intensa pero tímida, como era ella - Me preguntaba si Matt y tú querríais con nostras.
  -Claro que sí - contesté demasiado rápido -. Matt no está aquí, pero supongo que no le importara venirse.
  -Vale, ahora nos vemos, pasadnos a buscar cuando halláis acabado de arreglaros - dijo despegando su mirada de la mía y volviendo a su habitación.

 Entré en mi habitación y cerré la puerta.
 Cuando llegó Matt le conté la propuesta de Luna y accedió a acompañarnos.
 Bajamos al comedor y esta vez, me senté al lado de Luna. Desayunamos leche con galletas, como todas las mañanas, mientras planeábamos el día.

Paseamos por la parte trasera. Cris iba explicándole a Luna todo lo que había en el reformatorio y, de vez en cuando, Paula o Matt intervenían para corregirla algunos errores.
Yo iba callado, pensando en la conversación que había mantenido con Matt esa misma mañana. ¿Cómo se lo tomaría Luna?
Cuando nos sentamos a comer en el césped, Luna se sentó a mi lado y me preguntó:
  -Nathan, ¿por qué estás tan callado?
  -Sólo... estaba pensando - respondí mirando sus enormes ojos azules.
  -Pues yo creo - intervino Paula - que llevas demasiado tiempo pensando.
  -¿Por qué lo dices? - pregunté volviéndome hacia ella.
  -Vamos, - saltó Matt de repente- apenas has dicho dos palabras desde que salimos del comedor.
  -Es que...- dije - Matt, ¿puedo hablar contigo un momento?
  -Si, claro, vamos allí - dijo señalando un árbol que había a unos metros de donde estábamos sentados.
  -Vale - accedí.
Nos levantamos y caminamos hasta llegar donde la sombra del árbol nos cubría por completo.
  -No quiero que le digas nada a Luna - dije rompiendo el silencio.
  -¿Qué pasa? ¿No confías en mí? - preguntó con la mirada entristecida.
  -No es eso, pero- no sabía que decir - no sé como se lo tomará. Es nueva y eso, y a lo mejor prefiere conocer bien a todos antes de nada.
  -Vale, si es lo que quieres... - y se fue con las chicas.
Me quedé unos minutos pensando hasta que me decidí por volver con los demás. Cuando llegué me volví a sentar en el mismo sitio, al lado de Luna.
Pasamos el resto de la tarde dando vueltas cerca del lago.
Nos pusieron para cenar un asqueroso puré que ni el cocinero sabía lo que llevaba.
No pegué ojo en toda la noche pensando en si debía haberle dicho a Matt lo de Luna o si debía haberme callado.
Ala mañana siguiente ni siquiera salí de la cama. Lo único que hice en todo el día fue estar tirado en la cama.
Cuando Matt llegó por la noche intentó contarme lo que habían hecho pero, sinceramente, no me apetecía saberlo, así que me di media vuelta y, esta vez si, me quedé dormido.


CAPITULO 1

Un mediodía de septiembre en el aula de Geografía de un reformatorio.

Los recuerdos vuelven a mi mente.
<<Paredes blancas, puerta marrón; era su habitación. Había una cama con la colcha lila justo debajo de la ventana, y allí estaba ella. Sentada sobre la almohada con un perro de peluche entre sus brazos. Me senté a su lado y ella recostó su cabeza sobre mi pecho. Entonces me miró fijamente con sus grandes ojos verdes y susurró. Te qu…>>

  -Nathan ­­- el señor Brown me sacó de mi ensoñación- Nathan - volvió a decir - vuelva a clase.
  -Lo siento señor, me he distraído - contesté.
  -En fin, como iba diciendo… - y prosiguió con su aburrida explicación hasta que el timbre marcó el fin de la clase.

 Recogí mis cosas dispuesto a salir de allí lo más rápido que pudiese, pero cuando estaba en la puerta me topé con la directora que iba acompañada de una chica pelirroja que llevaba un vestido blanco.

  -Buenos días - saludó la directora Drina.
  -Hola - respondí cabizbajo intentando pasar desapercibido.
  -Espere, señor Redfield, quiero presentarle a una nueva alumna - me dijo señalando a la chica.
  -¿Qué tal?- dijo la chica casi en un susurro.
  -Nathan, te presento a Luna Auguste- dijo la directora- Me gustaría que le enseñara a la señorita Auguste nuestras instalaciones.
  -Verá, es que…- dije lentamente al mismo tiempo que buscaba una excusa creíble.
  -No sea maleducado - dijo ella con tono cortante.
  -De acuerdo, señorita Drina.
  -Gracias, señor Redfield. Por cierto,- dijo antes de marcharse- no olvide ponerse el uniforme, señorita Luna.
  -No se preocupe, me lo pondré en cuanto pueda- dijo la chica pelirroja.
Mientras se alejaba por el pasillo haciendo sonar sus tacones de aguja pude fijarme por primera vez en el rostro de la muchacha.
  -Hola, soy Nathan- dije ofreciéndole una mano como símbolo de saludo.
  -Esto… yo soy Luna- respondió ella a tiempo que estrechaba mi mano.
  -Bien, te enseñaré esto- dije aún estrechando su mano- Empecemos por el gimnasio.
  -Vale, ¡tú eres el guía!- exclamó soltando mi mano

Fui hasta el gimnasio con Luna a mi lado. Me sentía observado porque ir con una chica pelirroja, de ojos azules y con vestido blanco y sandalias…no es muy normal teniendo en cuenta que estábamos en un reformatorio en el que había que llevar uniforme.

Cuando llegamos empecé a enseñarle los vestuarios:
  -Estos son los vestuarios, los de la derecha los masculinos y los de la izquierda los femeninos
La conduje hasta el gimnasio.
  -¡Hala, es enorme!- exclamó antes de que yo pudiese explicarle donde estaba cada cosa.
  -Sí, es muy grande- dije con tranquilidad.
  -¿No hay piscina?- preguntó entusiasmada Luna.
  -No, esto no es un colegio privado, es un reformatorio. Ojala hubiera algún lujo, así por lo menos merecería la pena estar aquí siendo inocente- dije con un tono triste
  -Mmm…vale, perdona si te he molestado. Has dicho que eres inocente… ¿qué se supone que hiciste para que te encerraran aquí?- preguntó con un tono demasiado curioso.
  -No me has molestado, solo te digo lo que pienso sobre todo esto - y era cierto, porque esa era mi opinión - Y lo de porque estoy aquí no es tu problema, así que preferiría no hablar de ese asunto.
  -Vale, entiendo. Lo siento, soy demasiado curiosa.- dijo arrepentida
  -No importa, es normal, vamos, te seguiré enseñando todo esto y luego iremos a comer.
  -Vale, te sigo- dijo caminando detrás de mi.

 La llevé por todo el reformatorio y la fui explicando de que asignatura era cada aula, hasta que llegamos al hall y señalé hacia la derecha.

  -Ahí están las escaleras por las que se sube a las habitaciones y a la izquierda los baños, la biblioteca y la puerta trasera que da hacia un pequeño bosque que rodea un lago -dije - y por donde hemos venido da al gimnasio y a los vestuarios, y la puerta de enfrente es la entrada principal, que da a un patio con campo de baloncesto, de fútbol y de volleybol.

 Hubo un rato de silencio. La miré y me di cuenta de que no estaba demasiado atenta, ya que estaba mirándome fijamente e intercambiamos miradas.
 Era guapa, muy guapa y tenía los ojos más bonitos del universo.
  -Vale - dijo apartando la mirada -, derecha habitaci…
Y no le dio tiempo a acabar la frase.
  -¡Hola! - exclamaron al mismo tiempo dos chicas que venían corriendo por el pasillo - ¿Qué tal?
  -Hola – dije - Paula, Cris, os presento a Luna, una chica nueva.
  -¡Hola, encantada! - gritó la chica más alta y rubia - soy Paula.
  -Eso mismo – dijo la más bajita y castaña - y yo Cristina.
  -Hola – dijo tímidamente Luna.
  -¿Por qué no vamos a comer algo? - propuse.
  -Verás Nathan… - se disculpó Luna señalando su vestido y sus sandalias - me parece que me tengo que cambiar.
  -Oh, es verdad. Pues te esperamos aquí.
  -Tú espera aquí que nosotras la acompañamos, ¿vale?- sugirió Cris.
  -Enseguida volvemos - cortó Paula antes de que pudiera contestar.

 Me quedé mirando a las tres mientras subían hacia las habitaciones y al poco tiempo de que desaparecieron por las escaleras, una voz que procedía de detrás mía me sobresaltó.

  -Tío, ¿quién era la pelirroja? -dijo Matt, ¿quién si no?
  -Es nueva y me ha tocado enseñarla todo esto - contesté sin darle importancia.

Matt me contó lo que había hecho esa mañana y le pregunte que por qué tardarían tanto las chicas, así que, continuó hablando sobre ellas:

  -¿Por qué todas acaban saliendo contigo?- bromeó.
  -Primero, no estamos saliendo- aclaré – y segundo, puede ser ¿porque soy más guapo que tú, quizás?- dije esbozando una sonrisa.
  -Sí, claro, eso será- dijo Matt sin prestarme mucha atención y mirando por encima mía.
  -¿Qué pasa?- dije girándome para ver lo que pasaba a mi espalda.- Ah, ya vienen.
  -Parecen los Ángeles de Charlie- dijo Matt asombrado.
  -Y que lo digas - murmuré con la boca igual de abierta que la de Matt.

  Rubia, pelirroja y castaña. Llevaban minifaldas de color gris, camisetas azul celeste y manoletinas negras.

  -¡Ya estamos aquí! – exclamó la chica rubia.
  -Eh, esto… sí claro - dije con la cara de asombro todavía - ¿A dónde íbamos?
  -¡A comer! – gritó Cris.
  -Oh, sí, claro, que tonto - me disculpé.

 Caminamos hacia la puerta del comedor. Matt iba a mi lado y ambos íbamos en silencio delante de las tres chicas. Paula y Cris no paraban de hablar y Luna iba en medio, sonriendo, pero por lo que vi cuando me di la vuelta no las prestaba demsiada atención, solo miraba hacia nosotros con la mirada pensativa.

 Cuando llegamos al comedor, me di cuenta de que no había presentado a Luna y a Matt, pero mi amigo se me adelantó:
  -Bueno tendréis que presentarnos ¿no? – soltó Matt de repente dirigiéndose a mi.
  -Sí, es verdad – dije – Matt, esta es Luna; Luna, este es Matt, un buen amigo.
  -Encantada – dijo Luna mirando a Matt.
  -Lo mismo digo – dijo Matt sonriendo.
  -Bueno, vamos a comer – dije cortando los pensamientos de Matt – Luna, ven. Las bandejas se cogen de aquí y te sirves tú mismo la comida – aclaré dándola una bandeja. Cuando la cogió, me siguió hasta donde había que servirse la comida – Permíteme – la dije sirviéndole la sopa.
  -Gracias – me respondió con una preciosa sonrisa mientras yo me perdía en su bonita mirada azul.
  -Ejem, ejem. ¡Venga, que hay hambre! – cortó Cris que iba la última.
  -Si, esto… perdón – dije sirviéndome y echándome a un lado.

 Llegamos a una mesa rectangular vacía y nos sentamos: Matt y yo en un lado y las tres chicas en frente nuestra. Y justo, supongo que por pura coincidencia, Luna se sentó en frente mía y sus pies rozaron los míos.

  -¡Qué suerte, sopa, croquetas y  yogurt!, es lo único que no sabe a mierda que dan aquí – señaló Matt sonriente – seguro que es porque ha venido Luna.
  -Sí debe de ser – dije distraído

 Al rato Paula rompió el silencio:
  -¿A que no sabéis qué? Pues que esta noche… - dijo intentando intrigarnos-
¡hay fiesta!
  -¡Sí! – chilló Cris – Luna, ¿te apuntas?
  -Bueno… ¿dónde es? – preguntó tímida.
  -A las diez en el bosque al lado d…– comenzó Paula
  -¡¿Qué?! – grité - ¿Queréis que la castiguen su primer día?
  -¡No! – contestaron Cris y Paula a la vez.
  -Pues es lo único que conseguiréis – dije muy serio.
  -Sólo es para que se divierta un poco, no le arruines la poca diversión que le queda – objetó Matt
  -¿Pero tú quieres ir? – le pregunté a Luna que no había abierto la boca desde hace un rato.
  -Sí, me gustaría – me contestó con un hilo de voz – pero no hace falta que te preocupes por mí, ya soy mayorcita y sé cuidarme – repuso al ver la cara de enfado que debía tener yo.
  -Pero has acabado aquí, así que no estoy tan seguro – dije.
  -Ya, pero da la casualidad de que tú también estás aquí. Déjame en paz – dijo ella enfadada.
  -¡Vale!, haz lo que quieras, lo que queráis, pero yo no pienso ir. Adiós. – dije ya muy cabreado.

 Me levanté, dejé la bandeja en su sitio y me dirigí hacia la puerta del comedor a toda prisa dispuesto a dar una vuelta para despejarme.
 No lo podía creer, encima que intentaba protegerla y ayudarla ¡se enfada con migo! Lo hacía por su propio bien, solo quería que no le pasara nada malo y menos en su primer día.

 Llegué al exterior, al extenso bosque, con su pequeño lago y el mirador.  Fui directo allí, al mirador, donde solía ir para pensar. Y justo antes de llegar oí esa voz:
  -Espera – gritó ella. Y entonces me di la vuelta – Espera… - dijo mientras cogía aire – ¿cómo has ido tan rápido?, te he visto salir por la puerta cuando estaba a dos metros de ti y de repente he salido del comedor y ya no te he vuelto a ver – preguntó.
 Es verdad, no me había fijado, pero he llegado aquí bastante más rápido de lo normal. ¿Cómo lo había hecho?
  -Esto… no lo sé, no me había dado cuenta – dije rascándome el codo del brazo izquierdo como acto reflejo.

 Luna se me acercó, me cogió ese mismo brazo y miró hacia la blanca y alargada mancha que tenía justo debajo del codo, la rozó con los dedos y se quedó allí contemplándola fijamente durante unos minutos.
  -Bueno, ¿al final vas a ir a la fiesta? –dije cortando ese incómodo silencio sin saber que decir
  -Eso no importa ahora – dijo ella muy pensativa - ¿cuándo te salió esta mancha?
  -Bueno pues unos cuantos días antes de llegar aquí, hace unos dos años – contesté sin saber a qué venía tanto alboroto - ¿ a qué viene tanta curiosidad por una mancha ahora?
  -No es solo una man…- dijo en un susurro – Bueno, pues eso, curiosidad, es que una amiga de mi instituto tenía una muy parecida y me has hecho recordarla.
  -Qué coincidencia. Bueno, ¿para que venías tan deprisa? – dije ya más serio.
  -Venía a disculparme, tú solo querías protegerme y los demás te hemos mandado a la mierda. Perdóname por favor – me dijo con mirada suplicante.
  -Bueno, soy yo quien me tengo que disculpar, perdón, tenías razón. Es tu vida. – dije
  -Bueno yo te perdono y supongo por lo que has dicho que tú me perdonas así que ya estamos en paz.
  -Sí, ya está. ¿Al final vas a ir? – pregunté temiéndome la respuesta.
  -Sí, se lo he prometido a los tres, ya no me puedo echar atrás, pero tú si puedes cambiar de opinión e ir.
  -No voy a ir – dije.
  -Pero ¿por qué? – preguntó sin entender.
  -Porque no me apetece y además… - mentira, si quería ir para estar con ella, pero no me atrevía a soltárselo así, como si nada.
  -Además ¿que? – volvió a preguntar.
  -Nada, da igual – aparté la mirada.

Hubo un silencio que acabé rompiendo yo:
  -¿Qué tal con Paula y Cris? – pregunté.
  -Quitando que no me dejan sitio en el armario… son bastante majas – bromeó.
  -¿Que no te dejan sitio? ¿Compartís la misma habitación? – pregunté alegrado.
  -Sí, ¿es que no lo sabías?, se me había olvidado decírtelo, estamos las tres en la habitación número 34.
  -Pues la que compartimos Matt y yo está justo en frente – dije alegrado.
  -¡Qué bien¡ - exclamó.
 
Nos quedamos un rato en silencio, observando el lago. Y entonces ella habló:
  -Creo que debería subir a ordenar mis cosas y todo eso… - dijo.
  -Sí, claro, vamos – dije señalando hacia el reformatorio.
 Llegamos al interior del reformatorio y comenzamos a subir las escaleras, entonces una voz detrás nuestra nos paró:
  -Señor Redfield… - era la directora Drina.
  -¿Sí? – contesté.
  -Veo que ha hecho bien su trabajo, ¿es así señorita Auguste? – dijo volviéndose hacia Luna.
  -Eh… sí, claro – dijo distraída.
  -Bien, os dejo, tengo cosas que hacer – y se fue.

Continuamos subiendo hasta que llegamos al pasillo que separaba nuestras habitaciones.
  -Bueno, ya estamos aquí – dije parándome entre las puertas de nuestras habitaciones.
  -Sí, esto… gracias por todo – se acercó tímidamente y me besó en la mejilla- Hasta luego.
  Se dio la vuelta, abrió su puerta pasó y cerró.

 ¿Qué significaba eso? ¿Desde cuándo para dar las gracias se daba un beso?
 Entré en mi habitación, me tumbé en la cama, cerré los ojos y volví a recordar pero esta vez dormido:
<<- Vamos, tardas mucho.
  -¿Qué? Es que tú corres demasiado.
  Se paró frente al río, se dio la vuelta y se echó a mi cuello mientras sus labios rozaban los míos.
  -Te quiero – dijo
  -Lo sé, yo a ti tam…>>

 Las diez menos cuarto.
 Mierda, me he vuelto a quedar dormido.